Enigmas: ¿de verdad existió un fantasma robaniños?

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Enigmas: cuando un niño “es del agrado” de Hachishakusama, está condenado a morir, según leyenda

Por Jorge Moreno
Se cuenta que existe un fantasma de una mujer que se roba a los niños. Uno de los casos más famosos ocurrió en 1991:

Según el relato, los padres de un infante todos los veranos lo llevaban a casa de sus abuelos, en un pueblito rural de Japón, donde se sentía querido y libre de las presiones urbanas. Una calurosa tarde, mientras descansaba sobre el césped del patio, oyó un extraño sonido; le fue difícil ubicar el origen y, curioso, buscó a su alrededor. El sonido era de una voz masculina y profunda, y decía algo
así como “po-po-po-po”, como si alguien estuviese hablando consigo mismo.

El niño vio de pronto, encima de los altos setos que forraban la pared trasera, un sombrero de mujer, y se dio cuenta de que el sonido venía de allí, y de que el sombrero se movía. Al chico le pareció extrañísimo que alguien pudiese ser tan alto, sobre todo una mujer, a la que pudo ver porque ésta se detuvo frente a unas ramas que hacían un hueco, y a través de él pudo observarla. Pero por muy poco tiempo, porque enseguida se esfumó, y con ella el insólito sonido.

Al volver a la casa, encontró a sus abuelos tomando el té en la cocina, y les contó lo que había visto. No estaban particularmente atentos al cuento del nieto, pero cuando mencionó la extravagante altura de aquella mujer y el sonido que hacía, los dos se pusieron mortalmente pálidos y la abuela contuvo un grito.

Su abuelo, con cara muy seria, lo tomó del brazo y le hizo repetir lo alta que era, y todos los detalles: ¿dónde estaba?… ¿cuándo sucedió?… ¿qué hizo él?… y lo que vio exactamente.

“Le has gustado a Hachishakusama”.

El viejo salió de la cocina precipitadamente y llamó por teléfono a alguien desde el pasillo, y al quedarse solos, el niño, muy asustado, vio que su abuela temblaba de miedo; el abuelo volvió y le pidió a ella que se quedara con el chico, pues tenía que salir por un momento, y que no le quitara los ojos de encima. Cuando el nieto le preguntó, llorando, qué pasaba, el señor contestó con tristeza: “Le has gustado a Hachishakusama”.

Se supone que es una especie de fantasma, un ser que busca a niños para aprovecharse de ellos porque son más fáciles de engañar; así, cuando un niño “es del agrado” de Hachishakusama, está condenado a morir, ya que este espíritu lo raptará y nunca más se sabrá de él.

En el relato que nos ocupa, el abuelo fue en busca de una bruja, capaz de hacerle frente a Hachishakusama, quien le ordena al niño estarse en su habitación, encerrado con llave, y no salir de allí bajo ninguna circunstancia.

Antes, llevó cuatro tazones con sal, que colocó en las cuatro esquinas del cuarto, y una imagen de Buda ante la que debería rezar si sentía miedo; también le dejó una cubeta para sus necesidades, pues no podría salir al baño en toda la noche, hasta las 7 de la mañana del día siguiente.

Asimismo, la bruja le dio un trozo de pergamino, con la instrucción precisa de tenerlo en la mano todo el tiempo. Sí, el niño tuvo que pasar la noche completamente solo, escuchando por la ventana extraños ruidos y el ya conocido “pop o po po” que anunciaba la llegada de Hachishakusama.

Escuchó de pronto la voz de su abuelo que le preguntaba cómo se sentía, y que si tenía miedo sólo debía abrir la puerta.

Rezó y rezó

El chico ya iba a abrir cuando recordó lo que le dijo la bruja, y muerto de miedo se arrodilló frente al Buda y rezó, rezó, rezó, aterrorizado y lloroso. También notó que la sal en los cuencos se estaba volviendo oscura.

Aquella noche fue casi eterna, y el golpeteo de la ventana no cedía. Al llegar por fin el día, la sal estaba completamente negra. Vio el reloj y supo que ya podía salir; sus abuelos lloraron de felicidad al verlo sano y vivo, y sus padres, que habían vuelto precipitadamente la noche anterior, lo abrazaron.

El abuelo, sin demora, los sacó a todos de la casa, y lo subieron a él a una van de nueve asientos, en medio de 8 hombres del pueblo; la bruja condujo. Sentado entre aquellos hombres, todos parientes suyos, le dijeron que, aunque tenía graves problemas, sólo debería mantener la cabeza baja y los ojos cerrados, pues sólo él podía ver a Hachishakusama.

Pero basta con que a uno le digan que cierre los ojos para abrirlos, ¿no? Y fue lo que el chico hizo, mantuvo su cabeza gacha pero vio de refilón por la ventana, y allí estaba ella, flotando al lado de la camioneta con su vestido blanco, y de repente la mujer acercó su cara a la ventana.

El niño gritó y le ordenaron cerrar los ojos, cosa que hizo además de estrujar en sus manos el pergamino de la noche anterior. Se sintió el golpeteo en toda la camioneta. Los demás no podían verla ni escuchar el escalofriante sonido, pero sí podían oír cuando repiqueteaba en la carrocería o las ventanas.

K-san, que así se llamaba la bruja, comenzó a rezar tan fuerte que su rezo se convirtió en grito, pero al cabo de un tiempo, la voz y el golpeteo se esfumaron.

La leyenda dice que Hachishakusama había sido encerrada en 4 “jizo”, pequeñas estatuas que la contendrían, pero que una de
ellas se rompió y así pudo escapar.

Cuando Hachishakusama ve a un niño y le gusta, generalmente lo secuestra, pero si éste sobrevive jamás podrá volver a su tierra natal, a riesgo de que el fantasma lo rapte de nuevo y termine lo que dejó inconcluso.

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