Como si fuera ayer: nosotras y ellos, todos iguales

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Rollo: Celia V. Franco C.
Históricamente las mujeres hemos tenido que luchar para tener los mismos derechos que los hombres, nos ha costado mucho demostrar que somos igual de capaces que ellos y que podemos hacer las mismas cosas, incluso algunas con mejores resultados. Se trata de capacidades y no de género.

Algo tan normal hoy en día como que las mujeres podamos votar llevó una lucha de muchos años y México fue uno de los seis últimos países en aceptar legalmente el sufragio femenino, esto después de que la ONU, en el año de 1952, dijo que un país no se podía decir democrático si no consideraba ciudadanía a más de la mitad de su población, es decir, fue la presión internacional la que apretó el último tornillo.

Sin embargo fue hasta las elecciones del 3 de julio de 1955 cuando las mujeres acudieron por primera vez a las urnas a emitir su voto. En esa ocasión se elegía a diputados federales para la XLIII Legislatura.

No pretendo dar una clase de historia, ahora basta con tener la curiosidad y abrir Google para encontrar todos los datos que se buscan; lo único que quiero dejar claro es que por el simple hecho de ser mujer el camino “normal” es mucho más difícil.

Todavía el día de hoy la gran mayoría de las damas no gana lo mismo que los hombres que desempeñan el mismo trabajo, son quienes tienen más labores en el hogar y en México sigue siendo noticia cuando una mujer logra consolidar un negocio de éxito o llega a los puestos más altos de las empresas importantes.

Y si nos adentramos en el tema de la inseguridad, somos siempre las féminas las que nos llevamos la mayor parte; en Ciudad Juárez las mujeres llevan décadas desapareciendo y es un tema que parece no importarle a las autoridades; en los últimos años es cada vez más frecuente que las jovencitas sean abusadas al abordar un taxi o al caminar por la ciudad.

Todos los días nos enteramos de la desaparición de alguna mujer y la mayoría nunca se vuelven a ver o las encuentran muertas, cosa que parece no afectarnos o importarnos, pero cuando un grupo de mujeres sale a las calles a exigir un alto a la violencia enseguida nos esponjamos.

Hay quienes aseguran que destrozando, pintando o gritando, no se va a obtener nada porque los tiempos de ahora no son los el siglo pasado y podemos dialogar para que las autoridades hagan su trabajo. Creo que la historia ha demostrado que eso no es así y menos en este hermoso país, en donde la desaparición de una mujer no es asunto grave para quienes gobiernan.

No soy quién para decir si que quienes piensan de esa forma están en lo correcto o no, tampoco me considero feminista como para saber cuáles son los pasos a seguir, simplemente soy una mujer, que al igual que la mayoría, ha sufrido abusos, acoso, discriminación y ha sentido que su vida peligra a manos de un hombre y sí, quiero, necesito un cambio ya.

Pero tampoco creo que todos los hombres sean iguales o que las autoridades sean completamente responsables, soy una ferviente convencida de que todo comienza con la educación y el ejemplo que demos en casa.

Si en la familia los padres se respetan, se ayudan, se mantienen unidos, los hijos, sean varones o mujeres seguirán ese ejemplo. Si ensañamos a los menores a tratar a todos con respeto y humildad por el simple hecho de ser personas y no por su género, condición o preferencia, estoy segura que la sociedad cambiará.

Pero mientras eso sucede, hay que seguir pidiendo que la seguridad sea una garantía para todos.

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