Enigmas: Terror en municipios por La mujer «huay»

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Por Jorge Moreno
Hoy les presentamos el caso de una mestiza que vaya que podría ser la eterna pesadilla de cualquier persona:

“Isabel era una muy hermosa e inteligente, muchas eran las virtudes que la caracterizaban, cocinaba, planchaba, limpiaba la caza y atendía muy bien a su esposo Manuel, un hombre humilde y muy trabajador.

Sus vecinos la consideraban muy trabajadora y buena gente, pues siempre estaba dispuesta a ayudar a su prójimo; sin embargo, Isabel escondía un obscuro secreto, era una gran conocedora de las artes mágicas de los huayes y brujos del antiguo y desconocido mayab”.

“Los días martes y viernes eran los preferidos por esta dama para convertirse en seres terroríficos para salir a las calles de Akil y otras poblaciones de sur del estado a espantar e infundir temor entre la gente.

Para no ser descubierta por el ingenuo de su marido, la hechicera esperaba hasta que se durmiera para untarle en la nuca una poción mágica que hacía con epazote y otras poderosas hierbas, que ocasionaba que Manuel no despertara hasta la mañana siguiente.

“La poderosa hechicera poseía el poder para convertirse en cualquier ser maligno como el huaychivo, huaykekén, huaymiis y otro tipo de huayes; sin embargo, la forma que prefería adquirir era la de una mestiza sin cabeza para deambular por las calles obscuras para asustar a las personas hasta causarles ataques de nervios, no les hacía ningún daño solo se divertía asustándolos.

El cazador

“En una ocasión, la bruja fue perseguida por un misterioso hombre al que apodaban como Tzonhuay, que significa cazador de brujos, y que le venía siguiendo el rastro varios meses atrás sin dar con su paradero.

Entonces sin que la mala mujer se diera cuenta la vio entrar a la casa que compartía solo con Manuel, ya que no tenían hijos.

“Al día siguiente, Tzonhuay esperó que el hombre se dirigiera a su trabajo de cargador de pencas de henequén en la finca de San Anselmo. En ese lugar, el hábil cazador de seres sobrenaturales se acercó a Manuel y le contó lo que su esposa acostumbraba hacer durante las noches de los martes y jueves de cada semana. El trabajador se negó a creer lo que el extraño sujeto le decía, pero Tzonhuay le dijo que se lo comprobaría, pero tenía que seguir ciertas indicaciones.

“Manuel aceptó, debido a que quería comprobar si era verdad, entonces el cazador le dijo que debía bañarse a manera de purificación con agua virgen traída de algún cenote o gruta y debía mezclarla con hojas de hierbabuena, y que cuando llegara la noche debía untarse una pomada que el mismo Tzonhuay le proporcionó, en la nuca y los ojos para no caer en el hechizo del sueño de su mujer.

“Manuel siguió las indicaciones al pie de la letra y al llegar la noche de un martes se untó la pomada en la nuca y ojos. La hechicera, desconociendo lo que se tramaba en su contra siguió con su mal intencionado pasatiempo, asustar gente en los pueblos
cercanos. Se acercó a Manuel que se hacia el dormido y le untó la poción de hierbas que había preparado para adormecerlo profundamente. Pero el hombre no cayó esta vez en la brujería, pues ya se había aplicado el antídoto.

Lo vio en carne propia

“El pobre esposo logró observar cómo su mujer salía al patio de la casa a dar brincos eufóricamente, al mismo tiempo pronunciaba palabras extrañas en una antiguo idioma sólo conocido por los brujos, pero mezclado con maya. De pronto se detuvo y se tomó por los cabellos, giro en nueve ocasiones su cabeza a la izquierda y después nueve veces a la derecha, para luego quitársela fácilmente.

Su cuerpo seguía con vida, pero su hipil se manchaba con sangre fresca que emanaba de forma abundantemente de su organismo, entonces se disponía a realizar sus fechorías.

El pobre hombre estaba a punto de desfallecer por lo que su mujer hacía durante las noches, pero recobró la valentía y juro vengarse de ella.

“A la mañana siguiente se despertó y su mujer estaba a su lado durmiendo tranquilamente como si nada hubiera pasado, pero Manuel ya estaba pensando en cómo deshacerse de su compañera. Buscó a Tzonhuay para contarle lo sucedido y le habló de su deseo de venganza; entonces, éste le dijo que tenía que hacer lo mismo que la ocasión anterior, pero que esta vez esperaría a que el espectro se retirara para untarle sal a la cabeza que dejaba tirada en el suelo.

Así lo hizo Manuel y al regreso de la mestiza, se dispuso a ponerse su extremidad superior, pero sintió un fuerte ardor que empezó a carcomerle las carnes, lo intentó varias veces sin poder lograrlo. No le quedó más remedio que escapar por rumbos desconocidos abandonando su cabeza para siempre.

“El esposo para evitar que el cuerpo errante regresara por la parte faltante, quemó la cabeza y la ceniza la esparció por rumbos apartados. Para evitar sospechas de los vecinos por la desaparición de su mujer les dijo que lo habían abandonado porque no pudieron tener hijos. Aún se cuenta que en varias poblaciones de Yucatán se aparece la mestiza sin cabeza para provocar temor entre sus pobladores.

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