‘La Muerte’ castigó de la peor manera a mujer que descuidaba a su familia

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Por Jorge Moreno
Hace muchos años, en el pueblo de San Sebastián Chimalpa de los Reyes la Paz, Estado de México, se vivieron unos hechos sorprendentes. En ese pueblo, había un joven matrimonio que tenía dos años de casado y con un bebe de casi el año de vida; el pobre hombre trabajaba de sol a sol muy lejos, en la Ciudad de México y casi no dormía porque se paraba temprano y llegaba tarde.

Su señora por ser joven y al parecer de buena familia, nunca se hallaba en su casa, siempre estaba con las vecinas chismeando o platicando, por lo que no lavaba ni cocinaba y mucho menos limpiaba; incluso descuidaba mucho al bebé.

Cierto día su marido se dio cuenta y cansado de esa vida la amenazó con dejarla si no se dedicaba a su hogar, pues él ni comía bien porque ella nunca guisaba nada, comían de lo que le daban las vecinas. Resulta que el marido cambió de turno a la noche y llegaba a dormir por las mañanas, teniendo la esposa que realizar los quehaceres por la tarde para no despertarlo; sin embargo, por no querer abandonar las tardes con sus vecinas, decidió que dedicaría las noches para realizar las labores del hogar.

Cierta noche, después de varios meses, a la una de la madrugada le tocaron tres veces la puerta y ella pensando que era su marido, se apresuró a abrir, pero no era nadie. Hasta que a la tercera noche seguida, tocaron de igual forma y al abrir vio que era una peregrinación de aproximadamente 30 personas y el que venía al frente le pidió de favor un vaso de agua.

Eran fechas de noviembre y esas peregrinaciones son comunes. Después de beber el agua, el hombre le hizo una pregunta: “¿Sabías que si barres en la noche y sacas la basura a la calle echas tu suerte y fortuna a la misma, y si haces quehaceres a altas horas de la noche atraes a ciertas fuerzas porque son horas activas, pero no para los vivos?”.

El bulto y el horror

Ella pensó: “Cómo sabe lo que hago y por qué se mete en mi vida”, pero fue en ese momento que aquel señor se dio la vuelta y antes de irse exclamó: “Buena mujer, vamos muy lejos y tendré que regresar de nuevo, ¿podrías guardarme algo por favor? No lo abras por nada del mundo, sólo espera a que regrese”, al tiempo que le dejaba un pequeño bulto, que estaba envuelto por unas cobijas y que asentó a un lado del zaguán. Ellos se fueron y ella se quedó pensativa, pero sin más, no le dio importancia.

Así pasaron los días y después del día nueve volvieron a tocar a la puerta tres veces y ella abrió de mala gana y cuál fue su sorpresa al ver que ahí estaba, la misma peregrinación, sólo que ahora el viejo aquel con el cual platicó, tenía un semblante frio y tétrico, que por la pobre luz de las velas no lo notó muy bien, hasta que éste le dijo que venía por su encargo y que se lo tenía que llevar como castigo a las desobediencias de la madre.

Ella no entendía nada, pues el encargo era algo envuelto en una cobija y no lo había tocado ni movido del lugar desde aquel día, hasta que escuchó a su bebé llorar. Lo que tenía frente a ella era la muerte en persona y venia por él bebé, ya que éste tenía desnutrición y ya estaba muy delicado, ya que ella lo había descuidado por completo.

En cuanto tomó al bebe en sus brazos, éste dejó de respirar y allí murió; ella, ante tal horror, de la impresión se desmayó.

Al llegar el marido, éste no daba crédito a lo que vio después, su bebé yacía en la cuna y ya no respiraba; acto seguido corrió buscando a su mujer por toda la casa, maldiciendo hasta que halló a su esposa totalmente loca y contando una y otra vez la historia antes narrada.

¿Será cierto que los deberes domésticos sólo se deben realizar de día y que las horas muertas son para descansar y dejar que los muertos se muevan en nuestro mundo en paz?

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