Enigmas: El pueblo de los 1500 fantasmas

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Por Jorge Moreno
Hoy les presento el segundo de los tres relatos que hace unos días nos envió José Luis Vázquez Castillo, maestro rural del nivel de educación indígena de su natal Chiapas; se trata de experiencias paranormales muy interesantes:

“Primeramente voy a contextualizar para poder escribir mi relato: en 1982, hace 40 años, hizo erupción el volcán Chichonal, en el norte del estado de Chiapas, la lava y ceniza volcánica sepultaron un pueblo entero, el municipio de Francisco León, donde se cree que quedaron sepultadas unas 1500 personas.

La erupción fue de noche y tan repentina que a los habitantes no les dio tiempo de huir quedando el pueblo sepultado y donde solamente quedó visible la cruz que estaba en la parte más alta de la iglesia y que hasta el día de hoy se encuentra como mudo testigo del desastre que ahí sucedió.

“Pues bien, corría el año de 1998 y me tocó prestar mis servicios en una localidad cercana a ese pueblo, donde ocurrió hace años esa desgracia, como era director con grupo, en cierta ocasión tuve la oportunidad de asistir a una reunión en la supervisión escolar localizada en un pueblo que se llama Juárez, Chiapas; en ese entonces yo era un maestro relativamente joven, por lo que acostumbraba, después de algunas reuniones, quedarme a tomar unas cervezas con los compañeros y esa ocasión no fue la excepción.

Ya algo mareado y como a las cinco de la tarde, decidí que era hora de partir rumbo a mi comunidad, ya que tenía que recorrer aproximadamente tres horas a caballo para llegar a mi escuela, pero inevitablemente tenía que pasar por el lugar que mencioné con anterioridad: el pueblo sepultado.

El caballo ya no quería seguir adelante

“Había cabalgado como una hora y media; en esa zona la geografía no era muy accidentada, era más bien plana con pequeñas colinas y potreros extensos debido a la cercanía con el estado de Tabasco. Estaba empezando a oscurecer cuando pasé en las orillas del pueblo sepultado por el volcán, podía ver la capa blanca de ceniza volcánica que a tantos años todavía se mantiene. A lo lejos y al ras del suelo pude ver la cruz y también observé unos cuantos árboles que crecieron después del desastre.

“De repente, el caballo empezó a ponerse nervioso, pelaba tamaños ojos y caracoleaba, negándose a seguir adelante y amenazando con tirarme de la montura, pues intentaba regresar; procedí a picar espuelas para seguir adelante, pero el caballo más se encabritaba.

De repente, empiezo a oír gritos desesperados una mezcla de sonidos de hombres, mujeres, niños que gritaban como pidiendo ayuda o como que corrían de un lugar a otro emitiendo alaridos. El caballo seguía asustadísimo y yo traté de ver alrededor de dónde salían esos gritos desesperados, pero solamente, en cuestión de segundos, dada la situación con el caballo pude ver muchas luces así como pequeñas llamaradas que se movían por todo el pueblo, fueron para mí momentos realmente espantosos.

“De pronto, el caballo decide emprender la carrera hacia adelante y yo a punto de caer, sin embargo, cerré los ojos y me agarré fuertemente de la montura mientras que los gritos desesperados los seguía oyendo.

“Creo que el caballo corrió tal vez unos dos o tres minutos por la vereda, los gritos cesaron y todo volvió a la normalidad, el caballo jadeando, y yo un poco ya más tranquilo, pero aún sentía que el corazón se me salía.

Cabe aclarar que hasta la bolera (borrachera) se me fue. “Todavía caminamos como una hora y ya de noche llegué a mi comunidad. En realidad, siento que lo que ahí viví fue como una manifestación de lo que esas pobres gentes sufrieron la fatídica noche de la erupción del Chichonal hace 40 años”, finalizó.

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