Enigmas: no sólo los perros lamen tu mano

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Si hacemos un recuento de todas las historias paranormales o relatos de terror relacionados con animales, sin duda el perro se lleva de calle a todos los demás; quizás porque es uno de los animales más comunes y cercanos al hombre, o por el misticismo de sus dones (se dice que pueden ver fantasmas), lo cierto es que muchas historias inundan el ámbito paranormal.

Incluso hasta con el demonio ha sido relacionado, tanto a favor como en contra, es decir hay casos en donde los canes son las mascotas de Lucifer y le hacen ciertos favores y en el sentido opuesto son los perros quienes han salvado del demonio al hombre gracias a su nobleza e ingenio.

La historia que en esta ocasión les presentamos le sucedió a una niña de 9 años, al parecer se dice que ocurrió en 1988 en Iztapalapa, Ciudad de México; ella era hija única de padres de gran influencia en la política local; esta chiquilla tenía todo lo que hubiese querido y deseado una niña normal con buena educación, pero con una soledad incomparable. Sus padres solían salir a fiestas de caridad y reuniones del ámbito político, y la dejaban sola.

Todo cambió cuando le compraron un cachorro de raza grande (esto para que cuidase
a la niña cuando creciera).

Pasaron los años y la chiquilla y el perro se volvieron inseparables. Una noche, como
cualquier otra, los padres fueron a despedirse de la niña; el perro, ya acostumbrado a dormir con ella, se postraba abajo de la cama.

Los papás se fueron y pronto la niña se sumió en un sueño profundo, ya aproximadamente como a las 2:30 de la madrugada, un fuerte ruido la despertó, eran como rasguños leves y luego más fuertes.

Entonces, temerosa, bajó la mano para que el perro la lamiese (era como un código entre ella y el can) y lo hizo y entonces ella se tranquilizó y durmió otra vez.

Cuando ella se despertó por la mañana descubrió algo espantoso: En el espejo del tocador había algo escrito con letras rojas. Cuando se acercó, vio que era un rastro de sangre que decía: “No sólo los perros lamen” y casi al mismo tiempo dio un grito de terror al ver a su perro crucificado en el suelo de su habitación.

Se dice que cuando los padres la encontraron, ella no hablaba de otra cosa más que de “¿quién me lamió?” y decía el nombre de su perro, se volvió loca y se dice que por más de 10 años estuvo recluida en un manicomio, y sus padres, tratando de olvidarlo que hallaron en el cuarto y a su hija, se fueron al extranjero por una larga temporada.

Y la incógnita más grande es que, según los que fueron a investigar al cuarto de la niña, que el perro ya estaba muerto, es decir crucificado en el suelo, desde hacía horas, y la lamida, de acuerdo al testimonio de la menor, fue muchas horas después.

Sobra decir que el cuarto estaba en perfecto orden, no hubo ningún tipo de robo de nada de valor o algún documento en el resto del dormitorio ni tampoco se encontraron puertas o ventanas forzadas o indicios de que alguien hubiera entrado.

Tampoco se encontraron rastros de sangre o huellas de la niña en el animal ni en el espejo, es decir ni siquiera ella pudiera haber propiciado todo eso. La versión más “lógica” -si se puede decir así-, es que un demonio entró esa noche a la casa e hizo semejante cosa, pues ni siquiera podría considerarse que fuera un fantasma, ya que estos espíritus solo mueven cosas y nunca pueden propiciar un asesinato.

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