Por Jorge Moreno
Diversos especialistas como psicólogos educativos, pediatras, psiquiatras, médicos, etc. han realizado varios estudios y encuestas en los últimos treinta años sobre el fenómeno de los “amigos imaginarios” en los niños y han coincidido en que, del 50 al 75 por ciento de los infantes, han tenido uno de estos “compañeritos” durante esa etapa.
En primera instancia hay que explicar que no se trata de ninguna patología o enfermedad, se considera que es algo normal, pero (aquí viene lo bueno), esos mismos especialistas se han dado cuenta que en uno de cada diez casos, no son amigos imaginarios ni enfermedades mentales, sino algo “difícil de explicar”.
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Prestigio en juego
El término “difícil de explicar” fue debatido en su momento y se referían específicamente a fantasmas o “almas en pena”, pero las universidades que financiaron los estudios se opusieron a nombrarlos así, debido al “prestigio” que podrían perder, al ahondar en el tema paranormal.
Si nos basamos en los dato y porcentajes señalados en el estudio, en la actualidad somos poco más de ocho mil millones de habitantes en el planeta (cuentan todos porque todos fuimos niños alguna vez); entonces de esa cantidad, cuatro mil 800 tuvieron o tienen un amigo imaginario, y de esa cifra, cuatrocientos ochenta millones de infantes se clasifican como algo “difícil de explicar” (es decir uno de cada diez, tal y como explican ellos).
Y más aún, el prestigiado psiquiatra español Fernando Jiménez del Oso (Q.E.P.D.) afirmaba que al menos la mitad de los casos clasificados como “difíciles de explicar” se pudieron catalogar como fantasmas que rondan a los niños, es decir, hablando en números, esto significa que doscientos cuarenta millones de fantasmas convivieron por días, semanas, meses o incluso años con la actual población.
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