Enigmas: Fantasma “celoso” aún no descansa en paz

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Por Jorge Moreno
Cada cripta y lápida que uno puede ver en cualquier cementerio representa toda una historia de vida del difunto ahí enterrado y, en ocasiones, también historias paranormales como el caso que les presento hoy, que ocurrió en el Cementerio General de Mérida, y que investigué en los últimos seis meses con los resultados que a continuación les narro.

Se trata del caso de un español de nombre Luis Alonso Sierra, cuyas cenizas están en un osario de ese camposanto, pero en calidad de “traslado”, es decir, él no fue enterrado allí, ya que vivió durante la época de la Colonia; fue hasta varias décadas después que sus descendientes llevaron sus restos al mausoleo familiar.

La historia inicia durante la Colonia, época en donde la sociedad era más cerrada y se escandalizaba por sucesos que hoy se ven de forma natural; por ejemplo, una madre soltera hoy en día es algo cotidiano, mientras que en aquel entonces una mujer embarazada sin marido era vista como lo peor y en ocasiones tenía que irse a radicar a otro sitio.

Lo mismo ocurría con los asuntos de infidelidad; se cuenta que don Luis Alonso Sierra era un rico español que llevaba una década radicando en Mérida; su fortuna la había logrado a raíz de que llegó a la entonces Nueva España, ya que en su país natal era un simple empleado.

El intruso

Estaba casado con una bella señora de nombre Graciela, con quien había procreado tres hijos; un día, le comentó uno de sus empleados de confianza que habían visto a su esposa platicar de forma sospechosa con un caballero que recién había llegado a la ciudad.

Entonces empezó a vigilar a su esposa, por lo que a los pocos días se dio cuenta de que cuando el caballero pasó frente a ella tras salir de misa, ambos sonrieron, motivo suficiente para que el celoso marido tomara cartas en el asunto.

Esa misma tarde agarró a golpes a su esposa mientras le reclamaba los motivos de su infidelidad y aunque ella, que en realidad era inocente, le insistía en que no había nada entre el caballero y ella, su marido no le creyó.

Cegado por los celos, le hizo varias heridas con un cuchillo y después mandó a dos de sus empleados a hacer lo mismo con el inocente caballero; sin embargo nunca lo encontraron, ya que era un comerciante que sólo estaba de paso en Mérida y no sabían hacia dónde se había ido ni en dónde radicaba.

El pacto y la muerte

Esto no fue pretexto para don Luis, quien hizo un pacto con el demonio para vengarse de la afrenta de ser ‘engañado’ por su mujer, ya que a pesar de haberla torturado, él creía que cayó en las redes de la infidelidad por culpa del caballero viajero.

Para hacer el pacto tenía que tomar unos brebajes, pero por desgracia no supo prepararlos bien y murió envenenado, aunque otra versión dice que fue uno de sus empleados quien aprovechó ese momento para darle otro brebaje y deshacerse de él, ya que le estaba robando y podía robarle aún más si su patrón moría.

Tras la muerte de Luis, se cuenta que éste empezó a manifestarse como alma en pena buscando venganza no sólo de su asesino, sino también de aquel caballero que en realidad nunca hizo nada ni se metió con su esposa. Con el paso de los años, la gente que vivía y transitaba por donde ahora es el barrio de Santiago, afirmaba que veía rondar a este fantasma, que asustaba y trataba de agredir exclusivamente a las personas de sexo masculino y bien parecidas.

Misa de perdón

Años después, sus hijos tomaron las riendas del negocio, crecieron, se casaron y se cuenta que los nietos, al enterarse de la historia de su abuelo, decidieron hacer una misa de perdón por el pacto demoniaco para que descanse en paz; entonces, el sacerdote le pidió que los restos fueran colocados en una caja bendita y fueran trasladados al Cementerio General de Mérida, en el mausoleo familiar que recién habían comprado.

Por varios años, quien iba a este cementerio podía ver el mausoleo de la familia Sierra Pagés y la caja de las cenizas de don Luis con un lazo rojo y varias cruces, símbolo de que había sido excomulgado por sus actos y estaba en “tiempo de perdón”.

Hasta hace 25 años, la gente aún podía ver el mausoleo y la caja, pero después ésta desapareció, suponemos en el mejor de los casos que los familiares decidieron llevársela a otro lado; aunque no se descarta que se la hubieran robado…

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