Couopina: tercera edad, primera llamada

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Rollo: F. Salvador Couoh Jiménez
El libro “Estamos contentos…Pero no tanto. Una aproximación etnográfica a la ancianidad”, autoría de Damaris Estrella Castillo y Armando López Manrique. Es resultado de la investigación que con tanto afán desarrollaron los académicos en los años recientes.

Ahora fuente inspiracional para pergeñar la colaboración con el De Peso. Si, pues el innombrable virus al parecer, a si lo festinan sin ningún recato sus voceros ex oficio, tiene en su mira exterminadora a quienes hace varios ayeres pintan canas.

Regocija el holocausto, se vocea por muchos medios de comunicación el fin de los que presumen experiencias y nostalgias por tiempos idos, hijos de la 4 T, recipiendarios de recursos que bien pueden servir a empresarios ávidos de dinero fresco para malversar sin ton ni son. Acostumbrémonos de una vez por todas, deben morir los sesentones. Sin lugar para esos débiles.

Hay interesados en desoír maneras y sapiencias de esa etapa insalvable de la vida como es la ancianidad desarrollada. El desprecio a los mayores pulula en el paisaje vernáculo dando la oportunidad de comprender, reflexionar sobre ese segmento de la vida también denominada tercera edad. Se borra, se margina y se olvida a lo que es crisol, sapiencia vigente que asegura el sentido de la ocupación intelectual.

Siendo serios, porque no la reflexión sobre los mitos y prejuicios que giran en torno a la ancianidad. Es previsible que las malas vistas se modifican paralelamente a una toma de conciencia de que envejecer forma parte del proceso evolutivo y conlleva el aprendizaje de un nuevo papel en la sociedad.

La primera aspiración legítima para con la sociedad es ayudar a comprender que las limitaciones que llegan con los años no son dolencias, la vejez no es sinónimo de enfermedad, menos de discapacidad. Es la actitud ante las pérdidas y su vivencia lo que determina la aceptación de vivir de un modo saludable el paso del tiempo. Quizás la base para este cambio de actitudes ante el envejecimiento radica en educar para convivir de un modo integrado las etapas de la vida.

La sociedad ávida por entender, aplicar su propio razonamiento para con sus mayores tiene la oportunidad, el mérito de impedir que se cumpla la cruel sentencia de exterminio masivo a cargo de la pandemia o el desprecio ignaro de ese sector “experto” enunciante del fin del grupo vulnerable citado. Cuando se trata de reflexionar sobre la ancianidad se expresan las aportaciones de los más connotados estudiosos del tema, y desde luego coligen las ideas fundamentales de la propia inteligibilidad del fenómeno.

Los contrastes de la ancianidad establecidos entre el área urbana y rural muestran secuelas imborrables en el ánimo de una sociedad cada día más preocupada por quienes precedieron a la generación actual. Apuntada queda la excepción, la del segmento de “expertos” predicadores del fin apocalíptico de los que hoy encuadran en la llamada tercera edad, queda advertida entonces, la primera llamada.

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