Como si fuera ayer: no importa la distancia, el amor se siente

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Rollo: Celia V. Franco C.
He de reconocer que no soy de quienes se emocionan por festejar su cumpleaños, la verdad alrededor de esa fecha mi humor no es el mejor y no se debe al hecho de aumentar un número a los veranos vividos, algo pasa en esta cabecita rara que, en lugar de emocionarse, hace un recuento y piensa en todo lo que no hizo.

Sin embargo, cada año (desde hace ya varios) tengo que reconocer que termina siendo un día maravilloso, mis amigas, aquellas que se han convertido en hermanas del alma, esa persona especial que, además de apoyo, es cómplice, mi maravilloso hijo, mis padres y mi familia logran lo imposible.

Me han regalado cenas especiales en donde el canto y el brindis dan pie a risas interminables; fiestas sorpresas en donde corren de un lugar a otro para que todo esté listo a la hora debida; serenatas; amaneceres de goce; pasteles especiales con decoraciones dignas de cuento; vivencias que terminan en anécdotas especiales que se recuerdan con tantísimo amor.

Este año, debido a las medidas de distanciamiento social que vivimos por la pandemia ocasionada por el Covid-19, creí que las cosas serían muy diferentes y no lo digo por los regalos y la pachanga, sino porque de verdad creí que la memoria de este 2020 sería el de un cumpleaños en el que nos festejaríamos únicamente la familia, encerrados en casa con alguna rica comida y viendo películas.

Pero como siempre, ellas, las del alma, se las ingeniaron para organizar una fiesta virtual en la que brindamos, jugamos, conversamos y, por supuesto, nos requeté reímos; mi hermanita se las ingenió para apapacharme con un rico pastel; mis adoradas primas desde su automóvil se encargaron de recordarme que lo importante es una mirada cargada de amor sincero; mis padres que desde temprano utilizaron su WhatsApp para mirarme
mientras me cantaban las mañanitas.

Por supuesto la sorpresa de comer lo que se me antojaba mientras nos refrescábamos, el consentirme viendo conmigo las películas que me gustan, con todos los sacrificios que eso implica; todas las llamadas y mensajes de felicitación.

Una vez más lo lograron, fue un día maravilloso. Esta vez, además de todas esas risas y los buenos recuerdos, también aprendí que no importa la distancia, el amor siempre se siente; no importa si no podemos abrazarnos, aún podemos cantar, bailar, jugar, comer,
festejar a la distancia. Al final de eso se trata todo: de estar.

Estuvieron quienes tenían que estar, gracias infinitas por tanto amor, por tanta paciencia y por no dejar de sorprenderme, sepan que son inmensamente correspondidos.

No hay pretexto para no ser felices, tratemos de hacer de esta difícil situación, una de la que aprendamos.

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