Un volador de los que lanzan en las novenas en honor a La Guadalupana redujo a cenizas las pertenencias y vivienda de Josué J.C.C., quien vio con impotencia cómo las llamas terminaban con su humilde patrimonio en Tahdziú.
Este señor llevó a su familia a almorzar a casa de su madre, a un costado de su humilde morada conde vivía con su esposa María y su pequeño de 5 años. Una patrulla paró y los policías vieron que salía humo, y segundos después las llamas envolvieron el techo de huano de la pequeña pieza de 3 por 4 metros cuadrados.
Los vecinos buscaron la manera de controlar el incendio, pero lo único que lograron fue que las llamas no se propagaran a dos predios aledaños, pues el siniestro ya había acabado con la vivienda de Josué.
En el interior se quemaron lo que a duras penas había conseguido como obrero y campesino: el ropero, la lavadora, la televisión, ropa, zapatos y documentos; todo quedó en cenizas.
