Enigmas: el señor de los cenotes le ganó una ofrenda al demonio

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Jorge Moreno/De Peso
MÉRIDA, Yucatán.- Existe una historia conocida como la “Niña encantada de Samahil”, que ocurrió en los primeros años del siglo XIX.

Todo empieza en el rancho Box Actún (Cenote Negro). Ahí trabajaba un capataz, quien tenía grandes ambiciones y una avaricia desmedida. Deseaba poseer todos los lujos y riquezas de los terratenientes. Era muy malo y para él lo más importante era ser poderoso. Así decidió que la mejor forma de lograr sus propósitos sería siendo el empleado abnegado, el hijo pródigo de su patrón.

Llevó a cabo sus planes. Adularía día y noche al dueño, lo adoraría como a un dios, le haría los trabajos sucios. Tenía en mente hacerlo sentirse importante e inteligente sin importar qué tan absurdas sean las ideas del patrón, para que éste se diera cuenta que él sería capaz de continuar sus obras y que el rancho fuera el más importante y próspero de toda la península.

Comenzó a explotar a los peones y exigirles jornadas muy duras de trabajo, pensando que así el patrón se daría cuenta que tenía mano dura para poder cuidar lo que le heredaría.

Pero el dueño del rancho prefería vivir en Mérida y sólo regresaba a buscar los frutos de su negocio. Apreciaba mucho a su mayacol, pero se dio cuenta de cómo trataba a los peones.

Decidió hablar con él para que cambiara de actitud, explicándole las razones de mejorar su trato con los peones, pero el capataz no pudo entenderlas.

Para poder justificarse de los malos tratos mintió e inventó historias de que los sirvientes eran mal agradecidos y que robaban y por eso los trataba de esa forma.

Pasó el tiempo y lo que tanto anhelaba el capataz llegó: la muerte de su patrón. Pero así también su castigo, no le había heredado ni un solo centavo, ni animales, ni tierra alguna para trabajar.

Molesto porque su sueño de grandeza se le había escapado de las manos, decidió que por medio de la magia negra lograría sus ambiciones y fue a visitar a una bruja, quien al verlo le dijo que podía vender su alma al diablo y así ser rico.

Le dijo que el demonio le haría caso si le ofrendaba una niña de menos de nueve días de nacida. El capataz salió feliz y regresó a su casa. Ahí vio a su hija que cumpliría al día siguiente los nueve días, esperó que todos se durmieran y sacó a la niña y la llevó al “Box Actún”, la sentó en las rocas e invocó a las fuerzas del mal pidiendo mucho dinero y que dejaba ese preciado tesoro y luego se marchó de lo más feliz y tranquilo.

El Kisín había escuchado al capataz, se aproximó a la infante dispuesto a llevársela cuando sintió tremenda salpicada de agua del Señor de los Cenotes, quien le dijo: “ni te atrevas a tocarla porque ella llegó a las puertas de mi hogar y por eso está bajo mi protección”.

El diablo sabía que contra esa entidad no podía hacer nada, porque está hecho de una energía muy poderosa y le respondió: “Me la trajeron y tengo que llevármela para enseñarle la maldad, a ti no te servirá”.

El Señor (Dios) le contestó: “Yo la convertiré en un ser de luz” y lanzando un encantamiento apareció un carruaje tirado por unos hermosos caballos, en el cual metió a la niña y dio la orden de que viajara sin parar. El Kisín vio cómo se alejaba el carruaje y corrió tras él para poder alcanzar a la niña.

El capataz, al ver que sus deseos no se habían cumplido, fue a las inmediaciones del cenote negro y llamó al demonio sin tener respuesta alguna. Escuchó de la gente del pueblo de un carruaje en el que viajaba una recién nacida y detrás de éste iba el diablo. Así que espió por el camino de la carroza y observó que se trataba de su hija y se acercó al Kisín reclamándole que no le cumplió sus peticiones.

El demonio, encolerizado, le dijo que el Señor de los Cenotes le había ganado la ofrenda y la única forma de detener la carroza era alcanzándola o que alguien le pidiera con verdadero amor que se detenga. El malvado capataz pensó en su mujer y fue a buscarla y le explicó, pero ella se negó a hacerlo.

Pensaba que su hija estaba mejor en el carruaje y se conformaba con verla pasar. Desde entonces la mujer se paseaba todas las noches por las calles del pueblo y veía pasar a su hija en el carruaje y observaba como estaba creciendo y también veía al Kisín que trataba de alcanzarla.

Una noche la señora se percató que el carruaje se detenía frente a ella y su hija convertida en una jovencita le dijo que como el Kisín no venía tras de ella esa noche podía parar para que subiera su madre y la acompañara.
Estando dentro, la madre se dio cuenta que era una mansión y contaba con todo para poder vivir.

La señora le preguntó por qué sólo de noche la podía ver y la joven le contestó: “porque en el día ella se encargaba de mantener limpios los cenotes, debía viajar debajo de la tierra hacer que se mantengan las aguas mágicas de los ojos de agua, visitar los cenotes abiertos y cerrados y las lagunas subterráneas. Con el paso del tiempo la madre de la niña murió y su padre vivió algunos años más sufriendo lentamente su amargura.

La gente del pueblo de Samahil cuenta que ven pasar el carruaje que viene del rumbo del Box Actún a una muchacha y detrás a un animal de forma humana con pezuñas y cuernos que corre detrás de ella.

Es una historia que hasta la actualidad se cuenta en el pueblo e incluso algunos dicen seguir viendo el hermoso carruaje tirado por fuertes caballos y una hermosa joven en su interior.

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