El macabro plan del “encajuelado» de San Juan

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Por Julio Amer
(Segunda y última parte)
Realmente César Rodríguez Lara había elucubrado un macabro pero inteligente plan, que había estado trazando desde mucho tiempo atrás: suplantarse por otra persona para hacerse al muerto y, tras cobrar las sumas de tres seguros de vida, irse a vivir a otra parte con una nueva identidad, para darse una vida de rey.

Incluso, meses atrás de que se cometiera el tétrico crimen, Rodríguez Lara había contactado, por medio de un empleado suyo, a una trabajadora del Registro Civil para que le “consiguiera” el cadáver de algún desconocido que no fuera reclamado su cuerpo por sus familiares y que estuviera destinado a irse a la fosa común, pero la funcionaria no le habría cumplido, por lo que César optó por un “plan B”.

El plan no estaba mal diseñado por la maquiavélica mente de Rodríguez Lara, a quien por algo desde la primaria sus compañeros lo apodaban “César, el sabio”.

El viernes 17 de julio de 1998 empezó a llevar a cabo su malévolo proyecto de “millonario de la noche a la mañana”.

El encuentro con su víctima

Rodríguez Lara, quien tenía un negocio de vigilancia, salió en su vehículo Valiant Volare, color gris, en busca de una persona de sus mismas características, a la que halló caminando por calles del fraccionamiento Francisco de Montejo. Se trataba del desyerbador José Luis Cauich Jiménez.

Rodríguez Lara lo abordó y le ofreció trabajo de “chapeo” en una casa veraniega de Progreso.

El humilde trabajador aceptó la propuesta y subió al auto. Se dirigieron a ese predio, ubicado por la antigua carretera a Chelem, no frente a la playa, sino del otro lado de la vía.

Al llegar ahí, Rodríguez Lara le obsequió unas ropas a Cauich Jiménez. La intención era de que, al ser hallado muerto, vistiera las prendas de César Miguel y se pensara que se trataba de éste. Luego le ofreció al desyerbador un refresco con un narcótico para adormecerlo.

En la cajuela de este auto fue hallado el cadáver del desyerbador, víctima de Rodríguez Lara.

Ataque atroz y huída

Así, cuando ya eran alrededor de las 22:00 horas de ese viernes, José Luis empezó a sentirse mareado, Entonces Rodríguez Lara lo atacó por la espalda, golpeándolo en la cabeza con un tubo de aluminio de 60 cms. de largo que tenía exprofeso el criminal en la parte trasera del auto.

Luego de matarlo a tubazos, le desfiguró el rostro a golpes y procedió a quemarle la cara y las manos para que no lo reconocieran ni le pudieran tomar las huellas digitales al cuerpo. Lo roció de gasolina y le prendió fuego.

Tras unas horas, apagó las llamas, ya que podían llamar la atención a veraneantes de casas cercanas, pues era época de vacaciones y había mucha gente en el puerto.

Luego metió el cuerpo en la cajuela del automóvil y se quedó a descansar en esa casa veraniega el sábado y parte del domingo. Ya en la tarde retornó a Mérida con su macabro cargamento y buscó una calle solitaria, cerca de la estación del ADO.

Aparcó el vehículo en calle la 71 entre 64 y 66 y, tras cerciorarse de que no pasaba nadie, descendió y cerró el coche para encaminarse a la estación de camiones de la calle 69 y abordar un autobús con destino a Chetumal, pero se bajó en Oxkutzcab, donde se refugió en un hotel de esa población con su amante, la “teibolera” María Elena D. L. (a) “Jennifer”.

Cómplices

Como señalamos anteriormente, tras 10 días de investigaciones, los judiciales y legistas concluyeron que el cadáver hallado el lunes 20 de julio de 1998 en la cajuela del automóvil de Rodríguez Lara no pertenecía a éste, y tras seguirle los pasos, César Miguel fue detenido cuando caminaba en el parque principal de Oxkutzcab.

Tras su captura, Rodríguez Lara declaró ser inocente del asesinato, pero aceptó haber planeado “su muerte”. Dijo que se puso de acuerdo con su ex empleado Lorenzo de Atocha A. A., quien lo contactó con una empleada del Registro Civil, una tal “Guadalupe Pavía” (al parecer inexistente), quien le conseguiría, por la suma 10 mil pesos, un “cuerpo” de alguien recién fallecido y a la vez le darían a él una nueva identidad.

Señaló que su ex empleado le pidió unas ropas de él para vestir un cuerpo y que dejara su automóvil cerca del restaurante “Eladio’s” de la avenida Itzaes, con las llaves puestas en el switch y que se fuera a esconder a otra población, mientras ellos “se encargaban de todo”.
Sus cómplices recibirían parte del dinero de los seguros.

Indicó en sus declaraciones que creía que su ex empleado había matado al desyerbador. Sin embargo, las investigaciones arrojaron que Rodríguez Lara inventó el personaje ficticio de “Guadalupe Pavía” (en el Registro Civil no existía ninguna empleada con ese nombre ni con las características que describió), sino que él asesinó al desyerbador y lo metió en la cajuela y luego abandonó el vehículo con el cuerpo, para luego irse a esconder a Oxkutzcab, donde fue aprehendido días después.

Las fugas

Pero el caso no termina ahí. Rodríguez Lara, apodado “El Cajuelas” o “El Encajuelado”, huyó dos veces del penal meridano.

La primera vez que se fugó del Cereso lo hizo escondiéndose dentro de un camión de basura y escapó a Tabasco, donde días después fue reaprehendido.

Y meses más tarde salió del penal vestido de enfermero y cuando ya se disponía a escapar por vía aérea a la Ciudad de México –ya tenía el boleto de avión, que al parecer su hijo le dio en una visita a la prisión– fue apresado en la combi en la que se trasladaba al aeropuerto.

Es un émulo del ya legendario narcotraficante Joaquín Archivaldo “El Chapo” Guzmán Loera, quien también se fugara dos veces de forma espectacular de los penales donde estaba encerrado.

Así, César Miguel del Sagrado Corazón de Jesús Rodríguez Lara, actualmente de 67 años de edad, está considerado, además de un peligroso criminal, uno de los más sagaces y célebres asesinos de la historia policial de Yucatán.

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