Coupina: división doméstica del trabajo

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Rollo: F. Salvador Couoh Jiménez
De repente, en marzo pasado, amanecimos en Yucatán con diversas disposiciones para mitigar la pandemia C-19; en el prontuario, la joya en calidad de sugerencia: mantenerse en casa. Primero descontrol, después, organizarse se volvió prioridad. Las vicisitudes se desgranaron en cada hogar, en los espacios donde habita cada vecino. Numerosas familias, sujetas a los vaivenes muy suyos, tienen requerimientos y necesidades por cada integrante de la unidad social.

Las células sociales dividen la jornada en veinticuatro horas iguales, contando en la misma el día y la noche. Doce las destinan al trabajo; seis por la mañana, después de las cuales se ponen a comer; terminada la comida, reposan dos horas, y trabajan luego otras seis horas, hasta el momento de la cena. Cuentan las horas a partir del mediodía. A las ocho se van a dormir, y duermen ocho horas.

Cada uno utiliza como mejor le place el espacio de tiempo comprendido entre el fin del trabajo y la hora de la cena y de irse a dormir; pero ello no quiere decir que lo consagren a la holganza ni tampoco a la voluptuosidad, si no a alguna ocupación diferente de la tarea a su cargo y escogida de acuerdo con sus gustos y capacidades.

Dedicase la mayoría de ellos, en sus ratos libres no de ocio, al cultivo de la mente, cuerpo y espíritu; en las primeras horas de la mañana,agendanatender a unos cursos públicos los estudiantes y docentes habilitados, que siguen únicamente por obligación los que se dedican particularmente a los apoyos técnicos a los cursantes de educación primaria.

No obstante, es grande el número de mujeres y hombres que dan asistencia académica, según sus conocimientos y aficiones aplicadas a las tecnologías desarrolladas para la enseñanza-aprendizaje.

Terminada la cena pasan una hora en diversiones de ocasión: en los jardines procuran cultivar plantas ornamentales y en las salas comunes donde comen, arman escenario para el entretenimiento familiar. Ensayan allí la música, o atienden descargando el tiempo conversando. Los dados y todos los otros juegos de fortuna se dejan querer; lotería yucateca, serpientes y escaleras; se hallan absolutamente todos los llamados juegos de mesa. Practican otros juegos, inclusive, los llamados “tradicionales”, en cierto modo privilegian al ajedrez; sino, los de recursos medios tienen al alcance videojuegos o los que proveen los teléfonos celulares.

Llegó el momento de examinar a fondo una cuestión. Tal vez no afortunada y menos querida por los comensales: una jornada de seis horas necesaria para las labores domésticas.

Resulta que, tradicionalmente cuando se trata de lavar ropa, cocinar el “pavito” o rechinar trastes, todos miran hacia el ama de casa.

El repaso rápido va en sentido inmediato a las mujeres y las niñas para sumar, a lo anterior, limpieza de la casa y menaje. La lección que deja el C-19, si se aspira a la justicia, equidad e igualdad en casa, es componer una división doméstica del trabajo: todos para todo; todo para todos. Hágase, ya.

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