Couopina: experiencias en un trío

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Rollo: F. Salvador Couoh Jiménez
La soledad. Resulta que probada la soledad viene el encandilamiento. Te comunicas con el ave accidentada en su volar mañanero. Permites y te permites vagar en soliloquios generadores de emociones placenteros, sin límite ni destrozos de agendas ajenas. Las hijas aprenden con pedagogía propia, atenuada por vaivenes callejeros en otros tiempos impropios. Hay licencia para contrariar al eco vecinal. Atiendes y entiendes la prisa del vendedor ambulante, al oír el pregón encuentras las chancletas higienizadas; su prisa vence por amplio margen la propia, y se lleva la mercancía que aspirabas comprar. Aprende la lesión: cuando se quiera comprar al vendedor de cambaceo, la fórmula es hacer guarda en la reja, en horas calculadas.

Tánatos. Para estas fechas muchos ya razonaron sobre la imposibilidad de eludirla. Queda el temor como referencia para no enfrentarla; sabedores que no tendrán ventaja alguna si pretenden vencerla. La realidad dicta: es mejor vencer el miedo;contra la eterna no hay bala de plata. Entonces queda la precaución en las andanzas; sino las necesarias, si las indispensables. La abuela. Y aquí afirmaba: “la Señora no tiene prisa, ni tiene pausa”; tiene paciencia infinita para sumar al desafiante, al decidido, en su regazo. Madre virtuosa, a fin de cuentas, espera amorosa al hijo bueno y al que no haya practicado la bondad. Entonces la pregunta absurda: ¿Qué gano por ser buen hijo, por ser buen padre, por ser buen ciudadano? A veces, así entiendo al que tiene prisa por reposar en su seno.

La actualidad. Se ilustra en tienda departamental. La madre a su pequeña hija: “Nunca quise formación para docente, nunca desempeñar estudios para profesora”. La candidez de la niña revolotea de repente: “Pero bien que muestras y repites conmigo la lección del día a día, ilustrada en la televisión de la casa”. Resulta y resalta, la pandemia pedagógica; empecemos a quererla, seamos sus aliados en vez de enfrentarla con poco éxito ¿Y si le damos su lugar al verla?, ¿mirarla?, seamos atentos y cuidadosos.

Los desafiantes y sus motivaciones mal pagadas, escrituran en el fondo agonía lenta; exasperados gritan–estentóreamente– maldiciones contra los gobiernos multicolores.

Eso sí, guardan culpas y descuidos personales en el montoncito de ceniza; saldo de la vorágine y los oídos sordos por tantas advertencias: ¡Sana distancia! ¡Quédate en casa! Y bien, desde la cajita plateada, nadie ve, nadie oye. Hoy sabemos y sabemos bien: hay un trío de oportunidades; hay experiencias en un trío.

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