Pecho a pechito: crónica de una tragedia anunciada

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Rollo: El Boffas
La gente se arremolinaba alegre en torno a una canaleta de aguas negras usada para acopiar agua de riego para los cultivos de la región. La zanja era, la tarde del 18 de diciembre, una poza de hidrocarburo.

Gasolina de alto octanaje brotaba con fuerza en un tramo del ducto Tuxpan-Tula, de Petróleos Mexicanos (Pemex), en la comunidad de San Primitivo. El lugar es un campo de cultivo ubicado a 4 kilómetros de la cabecera municipal de Tlahuelilpan, Hidalgo.

Pobladores de localidades aledañas como el Dexhe, La Providencia, Cuauhtémoc, Miravalle y La Loma, entre otras, llegaron en grupos familiares con bidones en mano, prestos a aprovechar el botín, narra una crónica del diario digital La Razón de México, en el sitio de los hechos.

Los había de todos tamaños, garrafas de a galón, de 5 litros, y hasta de 40 litros. Cualquier recipiente era bueno para colectar el líquido que brotaba con fuerza, haciendo la dicha de quienes tras semanas de escasez de combustible veían brotar, jubilosos, los chorros del preciado combustible.

Por cientos se les veía ir y venir. Así estuvieron por horas habitantes del Valle del Mezquital, una de las regiones con mayor rezago e índices de pobreza en el estado de Hidalgo. Para ellos, el desabasto había culminado.

Tlahuelilpan es un nombre de origen náhuatl que significa “Lugar donde se riegan las tierras”. Pero esta vez, la irrigación no fue como lo imaginaron los hñahñus, antiguos pobladores que recogieron los frutos de una buena hidrografía.

Con la ilegal apertura del ducto de Pemex se abrió paso a un infierno de altas temperaturas que dejó carbonizadas, según el último reporte del 20 de enero, a 79 personas.

Setenta y nueve hermanos, tíos, primos, madres y padres cuyos restos yacían a los costados de la zanja, boca de fuego que consumió los sueños de un poblado otrora olvidado hasta que la tragedia obligó a verlo.

La noticia de la conflagración corrió primero en las redes sociales y después en medios digitales que dieron cuenta del horror.

Las muecas de dolor aún se reflejan en las osamentas que quedaron tendidas. Hombres y mujeres, niños y ancianos, la tragedia agarró por igual.

De la tierra mana el olor a combustible que se mezcla con el de la carne chamuscada, que alumbra una luna en crecimiento.

La imagen es como de un mal sueño. Los gritos de dolor no cesan. De las entrañas, surge el llanto mezclado con rabia e incredulidad de quienes reconocen a sus muertos.

De lejos, los militares observan todo con recelo. Se mantienen ajenos e impasibles mientras familiares de las víctimas de Tlahuelilpan buscan vestigios que ayuden a identificar a sus desaparecidos.

De entre cuerpos retorcidos y huesos astillados decenas buscan cualquier elemento que sirva para acabar con la incertidumbre.

Una credencial, cinturones, zapatos, un arete.., cualquier cosa puede servir para reconocer a los difuntos. Junto a uno de ellos, un celular suena; aún sirve pero su dueño ya no puede atender.

Mientras tanto, respirar ahí se convierte en una punzada para el cerebro que nada significa ante la magnitud de la tragedia de Tlahuelilpan.

Los antecedentes

Y es que el periódico digital Independiente de Hidalgo detalla que en 2018, en la entidad habían ocurrido al menos 12 explosiones de vehículos, casas y tomas clandestinas presuntamente relacionadas con el robo de hidrocarburo, hechos en los que al menos una persona perdió la vida.

Antes de la tragedia de Tlahuelilpan, se registraron dos casos a finales de 2018, uno en Pachuca y otro en Mixquiahuala. En el primer caso, el incendio de una camioneta con combustible presuntamente robado dejó como saldo dos personas con quemaduras graves; los hechos transcurrieron en la localidad de Santiago Tlapacoya en donde fueron encontrados cerca de 11 contenedores de plástico de distintas capacidades, algunos con hidrocarburo.

Posteriormente, en Mixquiahuala, localidad de Palmillas, se registró el incendio de una casa donde se almacenaba combustible supuestamente de procedencia ilegal, lo que provocó la movilización de bomberos y cuerpos de rescate quienes debieron laborar por varias horas para mitigar las llamas; en ese caso no se registraron lesionados.

Con anterioridad, el 9 de junio de 2018 una persona perdió la vida en la colonia El Saucillo, en Mineral de la Reforma, luego de que explotó la casa en donde se encontraba, misma en la que aparentemente era almacenado huachicol y en donde las autoridades hallaron un túnel de unos 20 metros que conectaba con una toma clandestina.

Así las cosas también sumaron al menos tres incendios en tomas clandestinas de ductos de Pemex, dos en Cuautepec y uno en Ajacuba; el primero transcurrió la madrugada del 10 de enero en la localidad de Alhuajoyucan, en donde bomberos debieron trabajar por varias horas para mitigar el fuego. Los otros dos ocurrieron el 24 de febrero y el 29 de julio, uno conllevó el desalojo de los vecinos de la zona y el otro fue en un terreno despoblado.

“El problema es que no existe conciencia por parte de las personas, llevan el combustible en bolsas o garrafas pero eso se va gasificado porque la gasolina se va agitando, entonces, se va haciendo una bomba y en cuanto gasifique y no exista control del envase, va a explotar, y si hay gente cerca seguro la va a quemar”, sentenció un alto funcionario del Gobierno hidalguense.

Y la pregunta es: ¿vale la pena arriesgar la vida por la transa de gasolina?

Amiguitos y amiguitas, ya saben: sugerencias para que el deshuachicolize sea un buen deshuachicolizador, enviarlas a [email protected]/o [email protected]

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