Enigmas: La temible Xtabay se le apareció a un ‘sobrio’ en Chumayel

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Por Jorge Moreno
Unos de los motivos por los cuales los relatos de la Xtabay no tienen tanto impacto entre la gente es que casi siempre estas manifestaciones se le dan a los “borrachitos”; por lo tanto, el creerle una historia sobrenatural a alguien que estaba pasado de copas es difícil y más si no existen evidencias.

A continuación les platicaré sobre un caso ocurrido en Chumayel, el cual, a diferencia de otros casos de la Xtabay, el protagonista no bebía, por lo que hay un punto a favor en cuanto a su credibilidad. Esto ocurrió en la década de los setentas, en Chumayel , donde vivía un joven al que le encantaba bailar. No tenía ningún vicio, pues no fumaba ni se le veía borracho, solamente le gustaba bailar.

Sin embargo, ese gusto le costaba mucho dinero, pues aunque algunas veces no tenía nada que comer, lo primero para él, era siempre el dichoso baile. Si a media semana llegaba a saber de algún baile y él todavía no había cobrado su sueldo, pedía prestado a sus vecinos
o amigos; inclusive, muchas veces tuvo que ir a pie a los pueblos cercanos por no tener para el pasaje. No era raro que algunas veces se le viera regresar durante la madrugada junto con sus amigos.

Sin embargo, eso era lo único que inquietaba a sus padres, que tenían miedo que un día regresara solo y le pasara algo malo. Por tal motivo, para calmar a sus padres, y para que no le prohibieran salir, se compró un machete que a cada salida, era lo primero en amarrarse a la cintura.

La fiesta

Un día, unos amigos le comentaron que en un pueblo a poca distancia de ahí, iba a haber un baile al que irían todos, y que solamente él faltaba para completar el grupo de siempre. Sin pensarlo dos veces aceptó.

El día de la fiesta se vistió lo mejor que pudo y se fue junto con sus compañeros al tan esperado baile. Como todo muchacho, al llegar al lugar de la fiesta empezó a buscar a la muchacha ideal. Debido a su experiencia la muchacha tenía que ser especial, pues de lo contrario, no podría lucirse bailando.

Por fin, después de mucho girar los ojos la encontró. Tan embelesado estaba con ella, que no se dio cuenta del rápido transcurrir del tiempo. Ella le dijo que ya se tenía que ir porque era peligroso andar muy de noche, pero él, envalentonado le mostro su machete y le dijo que no les pasaría nada. Aún así la muchacha se fue y él se quedó solo.

Un par de horas después salió rumbo al parque y ya no encontró en qué irse, por lo que comenzó a caminar de regreso a su casa. Ya había caminado la mitad de la distancia entre su pueblo y el de la fiesta, cuando a la distancia vio que venía hacia él una persona, que por la oscuridad y la lejanía no lograba distinguir.

Grande fue su sorpresa cuando reconoció a su anciana madre:

-“¡Mi hijo! ¿Por qué andas a estas horas? ¿No ves que falta poco para que amanezca?”.
-Si sabes muy bien a dónde fui, ¿para qué me buscas? Si me vieran mis amigos en este instante contigo…
-Sí, pero nunca habías llegado muy tarde; además, estábamos muy preocupados por tu tardanza.
-¡Pues ya ves, sé cuidarme, no soy un niñito para que me andes cuidando!

Comenzaron a caminar rumbo al pueblo, mientras el muchacho iba atrás muy molesto, pensando en la actitud de sus padres, más en la de su madre, que se había atrevido a salir a buscarlo. Ya se comenzaban a ver algunas luces del pueblo, cuando la mamá dejó de platicar.

El silencio comenzó a envolverlos, mientras que el frío calaba los huesos de Jacinto.

-¿Por qué no me prestas un poco de tu rebozo para que yo me tape? Dices que me cuidas y dejas que yo pase este frío.
-Es mejor así —comentó la mamá.

La aparición

Por azares del destino, Jacinto continuó atrás. En el instante en que bajó la cabeza, jamás imaginó lo que vería, pues la que creía su madre, no lo era. Comenzó a sentir que las fuerzas le faltaban, que la vista se le nublaba y que el corazón, le iba a salir del pecho. El ser que caminaba delante de él, en realidad no lo hacía; más bien flotaba a poca distancia del suelo.

El justan largo era lo que le impidió que Jacinto se diera cuenta desde el primer instante. Sacando su filoso machete gritó: “Tú no eres mi madre”.

Mientras decía esto, comenzó a lanzar tajos por todos lados, en tanto que corría con todas sus fuerzas, pues el diabólico ser lo perseguía, mientras gritaba que lo iba a comer. Ya estaba por alcanzarlo cuando con un golpe rápido, le quitó una oreja al ser que tenía cabeza de caballo.

Al día siguiente, regresó con sus amigos al lugar donde sucedió la extraña lucha.

El rastro de sangre

En medio de la carretera, había un reguero de sangre que comenzaron a seguir. Dentro del monte, encontraron hojas manchadas de sangre, hasta llegar a un nopal con una penca cortada y colgando de la parte más alta. El rastro de sangre allí terminaba y todos sorprendidos dijeron casi al mismo tiempo: “¡Era la Xtabay!”.

Fue tal su trauma que prácticamente dejó de ir a los bailes y con el paso de los años eso no se olvidó en el pueblo y cada vez que lo veían decían: “Ahí se va el que bailó con la Xtabay.»

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