Enigmas: Un pasajero muy especial

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Por Jorge Moreno
El señor Rodolfo Morelos Osorio participó en el concurso de relatos y vivencias paranormales y fue de los tres finalistas.

A continuación, les presento su testimonio:

“La historia comienza en la ciudad de Cuernavaca, Morelos, su servidor se dedicaba como taxista, debido al exceso de competencia
trabajaba por las noches, por lo que estaba expuesto a ser asaltado y ver fenómenos paranormales.

Una vez, como a las tres de la mañana, pasaba por un panteón que está dentro de la ciudad, se llama el panteón de La Leona, y me percaté que un niño estaba parado cerca de la entrada, pensé que estaría perdido por lo que, al estacionarme, me percaté que se metió al panteón a través del portón de hierro, pero lo más inusual fue que, literalmente, la atravesó, desmaterializándose al entrar ; me asomé por el portón y nada, ya no se veía nada, la luz de la luna ayudaba a divisar cualquier indicio de alguna cosa extraña.

Pero lo que más me cimbró mi escepticismo sobre este tipo de fenómenos, lo viví una vez, como a las 2 de la mañana, era un sábado.

En la avenida más grande de Cuernavaca, en la parte sur de la ciudad, me hizo la parada un adolescente como de unos 16 ó 17 años, me pidió que lo llevase a la parte norte, exactamente a la colonia Chamilpa; era un chico agradable y muy platicador, vestía bien, al parecer de familia acomodada, lo empecé a cuestionar.

¿Fue a visitar a su novia?, pregunté, para tratar de hacer más ameno el viaje.

El desencanto

Al llegar, la casa parecía humilde, y se bajó del auto diciéndome: en un momento regreso a pagarle, vivo ahí, señalándome la casa.

A lo que le dije: No me la harás como otros, me caes bien pero déjame algo por si no regresas. Se quitó una pulsera de plata con las siglas RMT. Me la dejó y entró a la casa.

Al cabo de unos 30 minutos, resuelto a cobrar mi viaje, toco la puerta enojado y al paso de unos 10 minutos salió una viejecita como de 80 años, preguntándome qué se me ofrecía. Le expliqué que había traído a un joven de camisa azul y jeans negros, entró a la casa y me pidió esperar para pagarme el viaje.

La señora, incrédula y pronta a llamar a la policía, pensando que la robaría, me dijo: -¿Cómo voy a creerle algo así? Entonces le enseñé la pulsera que me dejó con las iniciales RMT. Lágrimas empezaron a rodar por las mejillas de la abuelita.

Me preguntó: -¿Dónde lo encontró? En la avenida Morelos más o menos a la altura de un panteón que está por ahí.

Ella me explicó: Era mi nieto, salieron de noche con sus amigos, fueron a una fiesta pero uno de ellos bebió tanto que impactó el auto contra una pared, muriendo instantáneamente los ocupantes; entre ellos, mi nieto. Lo sepultamos y nunca pude despedirme de él.

La gentil octogenaria, se llevó la mano a la bolsa sacando un billete de 200 pesos para pagarme el viaje, por lo que le entregué la pulsera, pues el pago se había realizado.

Después de dejar el lugar, aterrado me dirigí a mi casa a dormir, pero en mi mente daban vueltas varias dudas, como si yo soy el vínculo para llevar un mensaje a familiares de estas personas fallecidas. Es entonces cuando la visión de mi realidad cambió totalmente, comprendí que no estamos solos.

En la actualidad, en aquellos terrenos baldíos se encuentran casas habitación y en el del difunto don Juan siguen los enormes árboles, pero el lugar está cerrado, se dice que aún está su espíritu, por eso nadie se anima a invadir o comprar ese predio.

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(Foto de contexto; unsplash)

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