Enigmas: esta es la historia del muerto al que le atormentaba una soga

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Rollo Jorge Moreno
Los cementerios de la Península de Yucatán tienen una innumerable cantidad de historias paranormales, y hoy les presentamos uno de estos casos, el cual tiene ciertas características peculiares.

Durante la Guerra de Castas, muchos yucatecos perecieron fusilados e incluso ahorcados; tal es el caso de un joven que murió de esta última forma en el poblado de Halachó, pero que fue enterrado en Mérida y de ahí que su alma no descanse en paz.

Todo inició, al parecer, por un mal entendido, ya que un coronel fue encontrado muerto cerca de Halachó y la única persona que se encontraba cerca era el humilde joven Martin Tuz, quien de inmediato fue detenido como presunto asesino.

Su juicio duró dos meses, tiempo en el cual estuvo en el calabozo y fue torturado para que declarara su culpabilidad, aunque todos los que lo conocían sabían que él no era capaz de
matar ni a una mosca.

Además, el coronel era una persona fornida de casi 1.80 de estatura, en tanto que Martin apenas pasaba los 1.50 y era muy flaquito, por lo que era ilógico que en el pleito y forcejeo este último hubiera logrado asestarle más de diez puñaladas.

El caso es que al ser declarado culpable, alguien con mucha influencia decidió que debía tener un castigo mayor al de pasar varios años en la cárcel, por lo que a los dos días, este joven apareció ahorcado en su celda.

Pero nadie se creyó que se tratara de un suicidio, pues hasta una soga se encontró, así como rasgos evidentes de tortura, pues los ojos los tenía llenos de moretones. En aquel entonces no se pudo hacer nada, su humilde familia no tenía ni el dinero ni el poder para siquiera reclamar algo, además de que en ese entonces no existían las leyes tal y como están ahora, en donde al menos puedes defenderte un poco más, o bien, cuentas con el apoyo de la Comisión de los Derechos Humanos, los medios de comunicación, redes sociales, etc.

El caso es que el cuerpo de joven fue llevado a Mérida, lo enterraron en el panteón general, ya que su familia era de esta ciudad y tras la tragedia prefirieron tenerlo cerca, a pesar de  que en vida ya tenía poco más de dos años viviendo en Halachó.

Tras el humilde entierro no pasó nada fuera de lo normal, no al menos en su primer año allí… Justo al cumplirse su primer aniversario luctuoso, los dos veladores que trabajaban en ese panteón, empezaron a reportar la presencia de un joven deambulando por los pasillos, y más aún lo veían con una gruesa soga en la mano. El ser fantasmal caminaba hasta llegar de nuevo a su tumba y justo ahí desaparecía.

Al cabo de unos días, reportaron esto a los familiares que acudieron a verlo y uno de ellos afirmó que quizás su alma no descansaba en paz debido a que fue asesinado injustamente, es decir, acusado de un crimen que no cometió, lo cual hasta cierto punto tenía lógica… Sin embargo, uno de los veladores, quien tenía bastantes años dedicado a esta labor y sabía mucho sobre almas en pena, pregunto de qué forma se murió el joven.

Cuando le respondieron que falleció ahorcado y que veían deambular su espíritu con una soga en la mano, éste de inmediato sugirió que una posible causa es que lo hubieran enterrado con parte de la soga en su ataúd y por eso no podía descansar en paz.

El papá del joven no lo creyó del todo, pero con tal de que descansara en la eternidad decidió autorizar una exhumación, la cual al realizarse para sorpresa de muchos vieron que en su mano, tenía un pedazo de soga…

De inmediato lo sacaron de la caja y lo enterraron de nuevo; a partir de ese momento ya no volvió a darse ninguna manifestación, lo que significa que muy posiblemente ese desafortunado joven ya descansó en paz.

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