Enigmas: Esta es la leyenda de la serpiente «alicante»

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Por Jorge Moreno
Hoy les presento una historia impactante que nos mandó de León, Guanajuato, una persona que nos sigue vía internet y ha leído en los últimos años esta sección.

Estoy seguro que conforme ustedes vayan leyendo, a lo mejor dicen “ya sé cómo será el final”, pero realmente es inesperado.

“El caso de la serpiente alicante me lo contó mi abuela cuando era niño y la verdad me dio mucho miedo, ¿por qué?, porque mi abuela para mí es símbolo de verdad y de sabiduría, le creo profundamente».

“Me contó que cuando era niña vivió en Acámbaro, Guanajuato, donde había muchas haciendas enormes en las cuales en ocasiones se resguardaban guerrilleros de la Independencia de México, pero ella vivía en una pequeña casita en el rancho de mi bisabuelo a un lado de sus siembras para cuidarlas por las noches porque siempre pasaban cosas extrañas».

“Cerca de donde vivía pasaba el río y a un costado del cauce vivía una amiga de su mamá, una joven de escasos 17 ó 18 años, recién casada. La chica estaba embarazada, era muy amable y muy activa, trabajaba haciendo tortillas para vender».

“Mi bisabuela la visitaba y llevaba a mi abuela con ella, se quedaban las horas ayudándole y conversando. Pasado el tiempo nació el bebé de la muchacha, un varón muy fuerte por tanta tortilla y maíz que consumía la muchacha y, por lo mismo, producía mucha leche, inclusive al entrar a su casa olía a bebé y a leche».

Cansancio sin razón

“Como al mes del nacimiento del bebé, un día que fueron por las tortillas la muchacha no se había levantado todavía. Mi abuela y su mamá entraron a la casa y la encontraron bien dormida y el bebé llorando, la despertaron y ella profundamente agotada se levantó de la cama y se puso a trabajar».

“‘¿Qué té pasó muchacha?’, le preguntó mi bisabuela. “‘No sé –decía-, el niño me cansa mucho cuando come…” ‘. «Y así pasaron los días y los días, y la muchacha se veía cada vez más cansada, pero el problema mayor era que el bebé estaba muy delgadito, se estaba enfermando mucho y no paraba de llorar.

“El esposo, preocupado, un día no fue a trabajar, se quedó en la casa para cuidar a su mujer. En la mañana se levantó a la misma hora a darle de comer a los animales; en eso, escuchó al bebé llorar… y luego la voz de su mujer diciendo: ‘Ya, ya…’ Y después hubo un silencio…

Primero vio una boa, pero luego…

El señor siguió trabajando. Pasado un rato, escuchó caer una jarra de agua que tenían en el borde de la cama y fue a ver… Lo que encontró lo dejó perplejo.

“Una boa -contó el señor- gorda, enrollada en la cama, chupando la leche de la mujer que dormía como sedada y con la punta de su cola metida en la boca del bebé, para que no llorara.

“Él tomó su machete y la serpiente lo volteó a ver asustada, dijo él y le dio tres machetazos. La víbora ni se podía mover de lo gorda que estaba.

“Le cortó la cabeza, la echó para afuera y con aceite y leña le prendió fuego. Al día siguiente cuando revisaba las cenizas para enseñárselas a mi bisabuela, encontró huesos de persona.

“Él dijo que la víbora en realidad era un nahual, mi abuela siempre les creyó porque dice que por el río siempre han vivido criaturas
extrañas sin buenas intenciones. “Y bueno, esa es la historia que me contó mi abuela, ¿verdad o mito? que cada quien decida”.

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