Enigmas: la “Huaychiva” de Telchac Pueblo

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Hace muchos años, cuando la electricidad estaba empezando a llegar al pueblo de Telchac, existió una mujer llamada Rafaela, que se dedicaba a la magia negra, quien tenía el poder de transformarse en el animal que ella quisiese, pero prefería hacerlo de chiva y por eso de esa forma la apodaban: “La Huaychiva”.

Rafaela era una mujer normal, no daba muestras de que fuese una bruja, ya que durante años estuvo engañando a su esposo don Severiano Tzec, mejor conocido en el pueblo como don “Tula” quien no se imaginaba lo que su esposa hacía por las noches, ya que aprovechaba que llegaba cansado de tanto trabajar durante el día en su paraje y que solo terminaba de cenar y se disponía a irse a recostar para descansar.

Mientras, Rafaela se quedaba en la cocina a lavar los trastes. Al ver que su marido se dormía, se quitaba la cabeza invocando al diablo, para convertirse en una chiva, luego iba donde su marido dormía, daba nueve brincos a la derecha y otros nueve a la izquierda para que tuviera un sueño profundo y no despertase hasta la mañana siguiente, para que no se diera cuenta que su esposa salía a asustar a cuanto infortunado se encontraba en la noche. Con un berrido infernal recorría las calles de Telchac, por lo que la gente ya no salía por miedo a este “Huay”.

Muchos lugareños se organizaron para cazar a la hechicera convertida en animal, pero era inútil, las balas no le hacían nada, y los valientes cazadores terminaban cargando mal aire y morían, por lo que la gente de Telchac le tuvo miedo a este ser maligno y nadie se atrevía a terminar con él.

Un día don Tula se encontró a su vecino don Tacho, quien le comentó que todas las noches escuchaba los berridos de un extraño ser, que provenían del rumbo por donde él vivía. Don Tula le contestó que él no escuchaba nada ya que cuando se acostaba se quedaba profundamente dormido hasta la mañana siguiente.

Una tarde, cuando la noche empezaba a caer, don Tacho regresaba de haber bebido en la cantina del pueblo, pero las copas se le bajaron al ver que en la casa de don Tula salía un extraño ser con cuerpo de mujer pero con cabeza de chiva, al darse cuenta que era la “Huay Chiva”, corrió despavorido y como pudo entró a su casa y le contó a su esposa que se dio cuenta que su vecina era la bruja que asustaba en el pueblo.

Los dos decidieron callar el secreto de Rafaela, por miedo a que les hiciera algún daño. Los rumores en el pueblo empezaron a salir, hasta que un día don Tula, regresando de su trabajo decidió pasar a visitar a su madre, al verlo la señora se dio cuenta que su hijo estaba enfermo, sin peso y todo demacrado.

La señora había escuchado los rumores de que su nuera era una bruja, y le dijo a su hijo lo que se contaba de Rafaela en el pueblo. Don Tula no solo no le creyó, sino que se fue molesto con su madre, pero la señora le insistió que vigilara lo que su esposa hacía por las noches.

Durante el camino don Tula estaba pensando todo que había escuchado. Esa misma noche después de cenar, se fue a recostar a su hamaca y fingió que estaba dormido, al ver que su esposa tardaba mucho en no entrar a dormir salió a ver lo que hacía, pero fue grande su sorpresa al ver a su esposa sin ropa, hincada y diciendo una especie de oración que no entendía, don Tula le habló, pero Rafaela no le hacía caso.

Al ver que entraba en trance y se quitaba la cabeza, don Tula de miedo cayó al suelo por lo que sus ojos estaban viendo. Cuando vio que le crecían pelos por todo el cuerpo, y en los pies y las manos le salían pezuñas y cabeza de chivo, como pudo el señor salió de su casa aterrorizado por lo que vio.

Corrió a casa de su madre, quien se levantó para abrir la puerta, para ver quién estaba por tirarla de los golpes que le daba. Al ver que era su hijo y del estado de cómo venia, se asustó y más cuando don Tula le contó todo lo que su esposa hacía.

Le pidió a su madre que fueran a su casa. Al llegar, vieron la cabeza de Rafaela en el suelo. La mamá de don Tula agarró sal y ruda y se la untó por todo el cuello, y esperaron el retorno de la bruja.

Cuando empezaba a amanecer, escucharon los berridos que se acercaban a la casa. Al momento de entrar y tomar su estado normal, quiso colocarse la cabeza, pero no pudo, ya que no pegaba; al ver lo que le habían hecho, pegó un fuerte grito y nuevamente se convirtió en chiva y salió corriendo de la casa.

Cuando el pueblo se enteró de lo que había pasado, fueron a casa de don Tula, quemaron la cabeza de la bruja, y salió una batida para cazarla; las balas que utilizaron fueron rociadas con agua bendita y sal.

Cazaron a la bruja Rafaela cerca de los montes de Yobaín, recobrando su estado normal. La trajeron hasta Telchac donde la quemaron, se dice que sus cenizas fueron puestas en una cripta en la iglesia, donde se puso una inscripción en latín, para que ya no vuelva a salir a asustar al pueblo.

(Agradecemos a nuestro amigo y amable lector de esta sección Mario Alfonso Martín Cardeña, de la ciudad de Mérida, que nos haya compartido esta interesante leyenda).

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