Enigmas: El esqueleto del terror en Mérida

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Por Jorge Moreno
Hay casos e historias de terror que con el paso de los años se vuelven clásicas y son temas obligados en las reuniones nocturnas entre diversas generaciones, pues tanto niños como jóvenes y adultos las platican en su parte medular, aunque hay varios cambios que le van haciendo en cuanto a fechas, sitios y otros aspectos secundarios, así ocurre con la historia que a continuación les platicaré:

Hace poco más de 30 años era, hasta cierto punto común, el tráfico de huesos y esqueletos en algunos cementerios de Mérida como el de Xoclán, en donde estudiantes de Medicina solicitaban en el mercado negro determinadas partes para sus estudios.

Se trataba de esqueletos de la fosa común, o bien de tumbas que nadie reclamaba o que estaban abandonadas, por lo tanto ningún familiar reclamaba nada; fue así como me enteré hace poco del caso de tres estudiantes de Medicina (hoy conocidos doctores) que tuvieron una experiencia terrorífica.

Por obvias razones no podemos dar a conocer sus nombres, pero recuerdan como si fuera ayer el suceso que a continuación les relataré:

“En ese entonces cuando éramos estudiantes, algunos de nosotros nos valían muchas cosas, nos gustaba la Medicina pero también las cosas ocultas, de hecho cuando estábamos frente a cadáveres no faltaba quien hiciera una broma macabra de vez en cuando, en fin, una vez, cuando estábamos en tercer semestre, unos estudiantes más adelantados nos dijeron que cuando necesitáramos un esqueleto ellos sabía quién los vendía y nos dio un número de teléfono.

”No faltó el loco en mi salón que quiso comprar uno de éstos, a pesar de que sabía de que esto era ilegal y que nos podría causar problemas, pues además aún no lo requeríamos por las clases; pues bien, a las pocas semanas nos llama para que vayamos a su casa (éramos cuatro los fieles cuates que siempre nos juntábamos ya sea para el relajo o para estudiar) y nos salió con la sorpresa de que había contactado a esa persona y le acababan de llevar el esqueleto.

‘Don Chucho’

”Pues esa misma tarde, entre relajo y relajo, lo armamos y le pusimos de nombre ‘don Chucho’ y de broma uno de mis compañeros le puso un sombrerito y una gabardina; así se quedó en la sala de la casa de mi amigo, quien vivía solo en un departamento, ya que él era campechano y había venido a Mérida a estudiar en la Facultad de Medicina de la UADY.

”A los dos días, nos llama aterrado a nuestras casas para decirnos que por favor fuéramos urgentemente a verlo y casi entre llanto nos dijo que el esqueleto le había hablado, se había movido y que le había pedido que lo devolviéramos al panteón porque quería descansar en paz.

”Lógicamente no le creímos nada, pero estaba tan asustado y nos insistía tanto que decidimos darle el ‘avionazo’, pensando que en cualquier momento nos diría que todo se trataba de una broma; pues bien, nos reunimos ese día nuevamente por la noche, a eso de las 11 y la idea era ir al panteón de Xoclán y dejar al menos en la puerta el esqueleto.

”Fue hasta que llegamos a ese sitio en que nos dimos cuenta que no era ninguna broma (el esqueleto lo teníamos en la cajuela, en una caja de cartón), y pues no sabíamos qué hacer, pues si nos veía el velador, nos meteríamos en un problema, por lo tanto decidimos dejarlo en la mera entrada e irnos de inmediato, pues pensamos que al ver los huesos el cuidador del cementerio ya los metería.

¡Regresó el esqueleto!

”Eso hicimos y nos regresamos a nuestras casas, pero a eso de las 5 de la mañana nos llama otra vez todo aterrado para decirnos que el esqueleto estaba ¡de nuevo en su casa! Yo fui el único ‘tonto’ que le creyó y que se levantó a esa hora para ir a verlo, pues lo escuché muy preocupado, pero la verdad que si yo descubría que era una broma, no se la iba a acabar, pero al llegar, con sorpresa veo que el esqueleto estaba ahí en el comedor de su departamento.

”Lo raro del caso es que el no tenía auto (sólo yo tenía) y pues si fuera una broma de él, tendría que haber agarrado un taxi, irse hasta el panteón, el cual le quedaba muy lejos (vivía en la colonia México, al norte de la ciudad) y regresar con el mismo, pero pues no ganaba nada con ello.

”Traté de tranquilizarlo y al día siguiente por la mañana (era domingo) decidimos llevar de nuevo la osamenta a Xoclán, pero esa vez se lo dimos personalmente al velador y le comentamos que nos lo ‘encontramos’ en la calle; no sé si nos creyó, pero nos fuimos rápidamente antes de que empezara a sospechar, a partir de eso, por fortuna, ya no supimos nada mas y todo regresó a la normalidad”, finalizó.

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