Enigmas: Enterrados vivos en Ixil y Sinanché

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Rollo: Jorge Moreno

En Ixil y Sinanché se registraron casos de personas que fallecen y reviven. La epilepsia es una causa “lógica” en los “enterrados vivos”, pero hay casos que no tienen explicación.

Juana Sotelo, asidua lectora de la ciudad de Mérida, me pidió que hable sobre casos de personas que fallecen y reviven, ya que hace unos años escuchó del caso de un señor que en pleno velorio “despertó”; de entre mis archivos paranormales encontré dos casos que ocurrieron en los poblados yucatecos de Ixil y Sinanché, los cuales no tienen precisamente en la “epilepsia” la respuesta al enigma, júzguelos usted mismo.

Esto ocurrió en el año de 1982 cuando el señor Romeo Tah Bonilla falleció atropellado en la vera de la carretera, tenía 53 años y tras el levantamiento del cadáver por parte de las autoridades se procedió a la entrega del cuerpo a los familiares y al velorio.

A pesar de la forma en que murió, este no tuvo muchos golpes o heridas expuestas, más bien moretones; 24 horas después, cuando se iba a proceder con el entierro, varios golpes a la caja pusieron en alerta a los enterradores y a la gente que ahí se encontraba, abrieron la caja, y el Sr. Tah tenía los ojos abiertos, movía las manos y aseguran los testigos que alcanzó a gritar “detente”.

Instantes después quedó inmóvil nuevamente y ya jamás volvió a la vida, pero fueron aproximadamente 3 minutos en que se movió y regresó de la muerte, como dijeron muchos.

No faltó quienes corrieran despavoridos, pero al ir a llamar al doctor del pueblo, este certificó que sí estaba muerto, aunque reconoció que no estaba como lo había visto varias horas antes.

Este misterio nunca se aclaró, pues no se trataba de un caso típico de epilepsia, pues cuando esto sucede y regresa, no se “muere” a los 3 minutos, además de que las heridas internas cuando lo atropellaron fueron la causa comprobada de su extraña muerte.

Este caso fue contado por don Braulio Tah Pech, pariente del difunto y asegura que dejó “cimbrado” a todo el pueblo y hasta la fecha la gente adulta aún lo recuerda; digamos que esta historia ha estado pasando de generación en generación.

Un caso parecido ocurrió cuatro años antes –en 1978- en el poblado de Sinanché, aunque a diferencia del caso anterior, Gumercindo Can Aké, era un brujo que desde joven habría practicado la magia negra; se decía que nunca comía, que no lo necesitaba y nunca nadie lo vio comiendo, comprando algo o cazando a pesar de que vivía en el pueblo.

A la edad aproximada de 72 años falleció por causas desconocidas, pero como no tenía familiares, todos se enteraron cuando empezaban a despedirse fétidos olores de su casa; al entrar, varias personas vieron el cuerpo en estado de descomposición y procedieron a llamar a las autoridades para el entierro; en lo que llegaban, vieron con asombro que el “cadáver” movió con dificultad la boca para decir “que me entierren en Dzilam Bravo”.

Nuestro entrevistado, Luis Oy Tun, asegura que él estuvo presente en esa ocasión y fue testigo directo. “Yyo vi el cuerpo cuando se abrió la puerta, estaba podrido, apestaba, estaba más muerto que una momia, y también vi como se movió su boca para decir que lo enterraran en Dzilam Bravo, lo dijo dos veces, esto también lo escuchó el sacerdote del pueblo, eso fue lo que más credibilidad dio, que lo escuchó el padre, él se persignó y se asustó, pues cuando llegó el doctor certificó que en efecto el brujo había muerto mínimo dos días antes, por lo que era imposible que estuviera vivo como para hablar.

“Un prueba contundente, que nos dejó más asustados fue que se averiguó que en Dzilam Bravo vivía una hija suya y su ex esposa, eso no lo sabíamos ni el sacerdote ni las otras tres personas que estaban ahí, creemos que esa fue la razón por la que pidió ser enterrado ahí”, finalizó.

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