Enigmas: el silbato de la muerte, un extraños método para vencer al enemigo

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Rollo: Jorge Moreno
Hoy les presentamos un tema por demás interesante, algo que sin duda, sin que se trate de un fantasma, le dio muchísimo miedo y terror a miles de personas.

Desde que existen las guerras, desde que el humano habita el mundo, se han inventado distintas formas de infundir terror al enemigo, de demostrar poder o controlar y paralizar la fuerza antagonista, pero no sólo se trata de armas: la cultura azteca, pueblo guerrero que extendió sus dominios peleando contra las etnias colindantes, desarrolló extraños métodos para vencer al enemigo, como lo que ahora podríamos llamar un ataque psicológico. Y el artífice de esto es el “Ehecachichtli” también conocido como «silbato de la muerte».

Este instrumento con forma de calavera recibe su nombre del dios del viento, Ehécatl; basta escucharlo una vez, unos segundos, para imaginar lo que podían sentir en carne propia quienes se enfrentaran a los aztecas en el campo de batalla, al escuchar decenas o cientos de estos instrumentos sonar al mismo tiempo, produciendo un grito desgarrador y torturador difícil de olvidar. Los investigadores explican que, además de servir para la guerra, el Ehecachichtli era utilizado también en rituales mortuorios, como una forma de acompañar al difunto en su viaje a la Tierra de los Muertos.

Y es que los fundadores de México-Tenochtitlan han sorprendido a los sociólogos y a toda la gente que se adentra más en su cultura. Es bien sabido que los aztecas tenían una rica tradición religiosa, política, cosmológica, artística y filosófica, heredada de sus constantes viajes y las conquistas sobre otras tribus mesoamericanas y por lo visto, también en el arte de la guerra.

Ser el centro de una enorme civilización también implica tener un gran saber sobre calendarios, escritura y arquitectura. Fueron estos logros, entre otros tantos, lo que destaca a los aztecas como una de las mayores culturas del mundo.

El Ehecachichtli es un instrumento único en el mundo y su sonido es tan peculiar como estremecedor. Están los pequeños que caben en el puño de la mano y los que tienen el tamaño de un cráneo normal. Son hechos de arcilla y dan la impresión de emitir gritos aterradores.

Como todo instrumento de viento, el sonido depende del tamaño del orificio por donde entra el aire, y cuanto más grande y largo sea tubo de acceso, más se presenta el efecto gutural. Entre más pequeño y corto sea el orificio de acceso, se obtendrá un sonido agudo. Esto también depende del efecto que se le da al silbato, ya que es posible modificar el acceso del aire con las manos y modular el volumen de la caja de resonancia.

Como sea su sonido es inquietante. La alta frecuencia del silbato estremece el cuerpo y hace que la mente recuerde el ambiente espectral de las películas de terror. Sólo piensa en cientos o quizá miles de silbatos resonando al mismo tiempo, combinado con la atmósfera que provocan los cascabeles y tambores, para tener una idea más precisa del efecto psicológico devastador que sentían las tribus rivales al enfrentarse a los mexicas.

En muchas excavaciones cercanas a los templos dedicados al dios del viento, Ehécatl, se han encontrado esqueletos humanos que llevaban en sus manos el silbato de la muerte. De ahí que se haya llegado a la conclusión de que también se usaban en las ceremonias fúnebres.

No cabe duda que este “sonido de la muerte” infundió más miedo que quizás un fenómeno paranormal; de hecho, los rivales lo consideraban como un acto de brujería.

 

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