Enigmas: Su “amigo especial” lo salvó

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Rollo: Jorge Moreno
Estudios de psicólogos y gente experta en la materia afirman que el ochenta por ciento de las personas tienen en su etapa infantil a lo que se conoce como “amigo imaginario”, con el que juegan, hablan y se relacionan.

Sin embargo, también se afirma que en uno de cada 10 casos no se trata de la imaginación de los infantes, sino de un fantasma o alma en pena que los ronda, por lo tanto, se podría considerar que es un número elevado, si tomamos en cuenta la cantidad de gente a la que le ocurre este fenómeno.

Todo esto lo mencionamos, porque hoy les presento un diálogo de un suceso presuntamente real, el cual, palabras más, palabras menos, está relacionado con la teoría de que esos “fantasmas” cuidan a los infantes:

“Me encontraba a solas en mi habitación cuando escuché la voz, profunda y distorsionada, provenía de debajo de mi cama”.

—Oye—llamó la voz.

Pensé que sólo lo estaba imaginando, y de pronto de nuevo lo escuche:

—Oye, niño.

Me llevé las rodillas a mi pecho y agaché la cabeza por debajo de la sábana, tratando de bloquear la voz y el viento frío que soplaba desde la ventana

—Me armé de valor y le hice una pregunta; en ese momento inició un dialogo macabro.

-¿Quién eres?

—Soy el monstruo bajo tu cama.

—¿Eres real?

—¿A qué te refieres? Por supuesto que soy real.

—¿Tienes un nombre?

—Por supuesto que tengo un nombre.

—¿Y cuál es?

—Frank.

—¿Frank?

—Sí. ¿Qué tiene de malo?

—Nada. Es decir, no sé. Es solo que no es muy monstruo… so.

—Mis padres no querían que me convirtiera en un monstruo.

—¿En serio? ¿Qué querían que fueras?

—Un dentista.

—Eso es gracioso.

—¿Qué quieren tus padres que seas?

—No lo sé… ¿Oye, Frank?

—Dime.

—¿No vas a tratar… como de… asustarme o algo?

—¿Qué? ¿Por qué haría eso?

—Bueno, eres un monstruo, ¿no?

—Pues, sí, ¡por supuesto que lo soy!, pero eso no significa que asusto a niños pequeños.

—Pero pensé que ese era tu trabajo.

—Mi trabajo es asustar personas. Pero sólo a las personas malas.

—¿Soy una persona mala?

—No, pero no es a ti a quien vengo a asustar.

—¿A quién has venido a asustar?

—¡Al hombre en tu armario!

El niño se quedó callado, quería preguntarle a qué se refería, pero en eso escuchó un ruido que provenía de ahí. La puerta rechinó al abrirse y pudo escuchar pisadas suaves acercándose a él. El pequeño se tapó con las sábanas e instantes después éstas desaparecieron de un tirón; abrazó sus brazos con sus rodillas y prefirió cerrar los ojos.

Un grito partió el aire nocturno, seguido por el sonido de vidrio quebrado. Abrió los ojos sutilmente y descubrió un cuchillo que yacía en la alfombra junto a su cama.

Los padres del pequeño entraron de inmediato, y al ver el cuchillo y la ventana rota imaginaron lo peor, llamaron a la Policía, y en cuestión de minutos arrestaron a un hombre, que estaba corriendo por la calle, estaba cubierto de sangre y vidrio roto. Encontraron su auto cerca de ahí, adentro había cinta adhesiva, cuchillos, barbitúricos y una cámara de video.

Durante el juicio, el abogado de ese hombre alegó demencia, y actualmente está encarcelado en una institución psiquiátrica para criminales.

El niño nunca volvió a saber de Frank el monstruo, pero el detective que estuvo a cargo del caso, le platicó a sus padres un par de meses después que aquel hombre duerme en el suelo de su celda, pues afirma que está aterrado por el monstruo que está bajo su cama y lo atormenta noche tras noche.

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