Como si fuera ayer: no olvides tu educación

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Rollo: Celia V. Franco C.
La amabilidad y buena educación de los yucatecos es una de las cosas que más me gustan y llenan de orgullo de haber nacido y crecido en esta maravillosa tierra. Recuerdo cuando era niña, a donde fuera o con quien me topara, siempre había el saludo según la hora, acompañado de un gesto. Eso me hacía sentir segura.

Mi abuelita afirmaba que un saludo dice mucho de la educación de una persona y se aseguró de hacernos entender que un buenos días, buenas tardes o buenas noches, así como un: hola, ¿qué tal?, vaya bien, no quitan nada pero sí suman mucho.

Así que para mí es natural al despertar decir buenos y antes de dormir dar las buenas noches; a donde sea que llegue, antes de otra cosa saludar y tratar siempre de poner la mejor de las caras, pues no vivimos solos y no sabemos por las situaciones que viven las demás personas, es algo natural, ser amable puede evitar muchos conflictos y tal vez hasta mejorar el día de alguien más.

Lamentablemente en estos días de tanta incertidumbre y miedo, muchas personas dejan salir su peor versión, en lugar de entender que siempre será mejor tratar de ser cordiales, entiendo que no se puede estar de buenas todo el tiempo (créanme que lo sé) pero los demás no tienen porque pagar por nuestras molestias.

Le cuento que una de esas tardes que tuve que salir a comprar unos medicamentos, me tope con un retén de control, la fila era algo larga así que aproveché para buscar la canción que más me gusta con la intención de hacer menos pesado el momento; delante de mi iba una señora en tremenda camionetota “carítzima”; por lo que podía ver desde atrás en mi carrito, es que tiene una buena vida.

Cuando llegó su turno vi como el oficial que la atendía cambió su actitud, se hizo para atrás y buscó con la mirada a sus compañeros como pidiendo ayuda. Mi instituto reporteril me hizo apagar el radio y bajar mi ventana para tratar de escuchar lo que sucedía, igual y podía servirme como una nota informativa.

Después de unos segundos entendí que la señora les reclamaba a los uniformados por hacerla esperar en la fila, les dijo todas las frases despreciativas que se pueda usted imaginar, desde que ella paga sus sueldos, hasta muertos de hambre (no entendí su punto, porque si según ella es quien les paga entonces no tendrían por qué pasar hambre, ¿no?)

En fin. La doña, en lugar de cumplir con lo que le pedían y seguir su camino, aprovechó la ocasión para sacar su frustración ocasionada quién sabe por qué.

Al platicarlo con mi hijo, me contó que hace unos días tuvo que ir a Plaza Fiesta, al banco que se encuentra en su interior. Cuando llegó, el vigilante le tomó la temperatura y le explicó el protocolo para poder ingresar al edificio.

En eso estaban cuando se apareció una doña queriendo pasar antes y además insultando al señor que únicamente hacía su trabajo; al final, como nadie cedió a su intento inquisitivo, se dio la vuelta y se fue, claro, no sin antes recordarle todo su árbol genealógico al guardia de seguridad. ¿De verdad hay quienes se sienten tan superiores a otros seres humanos que creen tener la autoridad moral para hacerlos sentir mal? ¿No se dan cuenta del ridículo que hacen? ¿Son tan tontos como para no darse cuenta de que los quieren cuidar? La verdad no los entiendo (ni quiero hacerlo).

Lo que es una realidad es que nadie sale a trabajar y menos en estos tiempos de pandemia porque quiere, sino porque tienen la necesidad de mantener a su familia y todos tenemos una: usted, yo, el policía, el paramédico, el dependiente de la tienda, el guardia de seguridad.

No sean tan intolerantes, hagamos un esfuerzo por ser amables, pensemos si nos gustaría ser tratados así. Recordemos que, aunque todos estamos en el mismo mar, no todos viajamos de la misma forma. No nos quita nada ser un poco tolerantes. Si se quiere desahogar, hágalo con alguien de su entera confianza que la quiera, a pesar de sus defectos, muchos únicamente están rezando para que termine el día y poder regresar con bien a sus casas.

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