Como si fuera ayer: a mis locas favoritas

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Rollo: Celia V. Franco C.
Tener buenas amigas es una bendición en estos tiempos tan complicados, creo que como ninguno de nosotros, yo tampoco imaginé jamás que viviríamos encerrados debido a una pandemia mundial, casi casi como en las películas, tratando de mantener la ida, la cordura y el buen humor.

Sin duda para lograrlo me he apoyado en mi grupo de locas favoritas, como dice una de ellas, además, claro, de mis maravillosos amores con los que comparto los días y los quehaceres, tratando de encontrar el lado positivo a las cosas y que son mis pilares en este camino.

Como todos, también he enfrentado situaciones y problemas que me han golpeado en el alma, bajando mis ánimos y llevando mi presión a puntos en los que nunca había estado y que a mis 38 años no debería llegar.

Sufrí, como toda mi familia, la pérdida de mi “hombre de hierro”, mi hermoso, bonachón y consentidor abuelo. Afortunadamente pude despedirme de él, con todas las medidas sanitarias, pude decirle hasta luego y besar su frente por última vez.

Pero un golpe así siempre trae consigo consecuencias anímicas y deja las sensibilidades a flor de piel, los malentendidos y las formas diferentes de pensar, en muchas ocasiones nos lleva a pasar malos ratos con quien amamos.

Como familia, como todas supongo yo, estamos en una lucha constante contando los pesos y centavos; por si fuera poco, mi amado hijo necesitó un procedimiento médico que fue bastante caro, pero que pudimos brincar, jalando aquí y empujando allí, gracias al amor y la amistad; hoy se recupera y pronto estará como nuevo.

Vivir de cerca la muerte de un hombre que era papá, abuelo y muy querido, a causa del Covid-19 y no poder abrazar al compadre, también fue un golpe difícil.

Enterarme que mis amigos se han contagiado, me hizo recordar cómo rezar para que salgan con bien. Con todo esto he podido mantenerme firme gracias a mis amigas, mis comadres, mis hermanas. Paty, siempre con su buen humor, buscando la forma de mantenernos unidas con reuniones virtuales, fiestas a distancia por medio de los celulares, obligándonos a jugar como si fuéramos niñas y haciendo que riamos hasta llorar.

Margarita, siempre dispuesta a escuchar y trabajando todos los días desde temprano, es el motor que nos impulsa a no quejarnos y a apretar el paso: ¡dale, dale, no seas dramática!, son sus palabras cuando uno está a punto de tirar la toalla.

Es la cómplice perfecta a la hora de compartir un pastel, una rica comida o un brindis, claro con una buena plática. Mi enana, la más joven de mis amigas, la que siempre está buscando qué hacer para mantenerse entretenida, que está descubriendo las bondades de ser ama de casa acompañada de la persona correcta, la que sin preguntar se pone el cubrebocas y se sube a su carro cuando me escucha mal, sólo para conversar un rato, ella desde el interior de su carro y yo detrás de mi reja.

La güera, quien hace del doble sentido y del humor picante un arte, ella, la que siempre está dispuesta a jalar para el mismo lado y hacer lo imposible por ayudar. Liz, la más amable, la despistada, a la que vacilamos por ser la mayor del grupo, pero siempre la más “cuki”, tal vez la más tranquila, pero también incondicional. Mención honorífica para mi mejor amiga, la que comparte conmigo todo.

A todas ellas gracias por hacer mi vida mejor, por no permitir que quede más loca en este encierro en el que luchamos por nuestras vidas, por dejarme llorar con ustedes, por los consejos, por ser familia y por tanto amor… gracias totales.

Sin duda, la vida es mejor con amigas. ¿Tu ya descubriste que las tuyas te hacen mejor persona?

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