Hace exactamente 35 años, los habitantes de Yucatán sintieron la fuerza de la naturaleza como nunca antes debido al impacto del huracán «Gilberto».
El fenómeno natural fue un parteaguas en muchos sentidos, tuvo enormes consecuencias en la forma de vivir de los yucatecos e incluso de todos los mexicanos. De entrada, la forma de trabajar de Protección Civil y las medidas preventivas para enfrentar la llegada de huracanes cambiaron radicalmente.
Fue el 8 de septiembre de 1988 cuando se formó la depresión tropical número 12 de la temporada, cerca de las islas de Barlovento. Al día siguiente se intensificó a tormenta tropical al desplazarse por las cálidas aguas del Caribe, y el día 10 se transformó en huracán, que como categoría 3 avanzó hacia Jamaica. Ahí comenzaron a multiplicarse los estragos.
«Gilberto» se mantuvo por encima de la categoría 3, y al tocar Yucatán el 14 de septiembre, ya estaba en categoría 5, con vientos sostenidos de más de 287 kilómetros por hora, y avanzó sobre la Península hasta el 17 de septiembre, cuando impactó tierra firme por última vez en La Pesca, Tamaulipas.
El fenómeno no sólo causó la muerte de alrededor de 300 personas en el estado de Yucatán, sino que su paso destructor afectó varias entidades.
En Yucatán, además de devastar viviendas y edificios de todo tipo, «Gilberto» causó inundaciones, derribó innumerables árboles, postes y cables, y dejó a una buena parte de Mérida y otros puntos de la entidad sin agua ni electricidad durante varios días y, en algunos casos, por semanas enteras.
“Fueron tantas cosas las que ocasionó, inéditas, tomó desprevenidos a los yucatecos que estaban acostumbrados a huracanes pequeños, cuando llegaba un ciclón eran dos o tres días que se movían todas las cosas y regresaban a la normalidad, pero «Gilberto» provocó que permanecieran encerrados por muchas horas, más de 12, y pasar más de 15 días sin agua y sin luz, esa fuera la peor parte”, recordó el meteorólogo Juan Vázquez Montalvo.
Una vez que se alejó de Yucatán, el terror no desapareció, sólo se mudó, pues en el norte del país, más en particular en Nuevo León, «Gilberto» ocasionó el desbordamiento del río Santa Catarina, arrastró viviendas, muebles e incluso autobuses de pasajeros quedaron atrapados, lo que ocasionó al menos 150 decesos, entre policías, rescatistas y civiles.
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