Leyendas del Mayab: el peligroso embrujo ‘Chinkiíx’

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Rollo: Jorge Moreno
Don Leo era un brujo de magia negra que vivía en el municipio de Halachó, era un hombre enfermo por la ambición y el dinero, por eso cobraba caro sus servicios; él era capaz de llevar a cabo cualquier tipo de crimen a través de esta práctica, incluso matar.

Su fama de ser un brujo efectivo pronto corrió, por lo que llegó a tener gran cantidad de clientes casi todos ellos personas distinguidas, funcionarios políticos, narcotraficantes, gente de la alta sociedad, empresarios, etc.; gente de mucho dinero que llegaba a verlo en carros muy lujosos.

De repente un día acudió a él un grupo de políticos corruptos que estaban involucrados con narcotraficantes. En el grupo había un hombre muy fino y elegantemente vestido que le pidió ayuda para eliminar a un personaje influyente que no cedía ante sus amenazas, y a quien no podían quitar del cargo tan fácilmente, ya que gozaba de la simpatía de políticos del centro del país.

Como el brujo ya se había encargado de este tipo de trabajos antes, siempre con buenos resultados; se sintió muy seguro de sí y le dijo a los hombres, que en una semana desaparecería el estorbo, no sin antes advertirles que les costaría mucho dinero. Sus contratantes, a sabiendas de que tenían modo de conseguir el dinero, enseguida aceptaron el precio que les solicitó el brujo.

Entonces, una vez arreglado todo Don Leo se dispuso a cumplir con el trabajo solicitado, a través de una poderosa hechicería llamada “Chikiíx”. Cuentan que para hacer este ritual, el señor agarró un vaso que llenó con agua de pozo, sacada en una noche de luna menguante y metió dentro una aguja muy larga. Después, con el poder de su mente tapó el vaso (imaginariamente) y leyó una serie de oraciones, e hizo que el vaso gire a gran velocidad hasta que la aguja desapareció.

Al llegar la medianoche escuchó que algo cayó dentro del vaso, al asomarse, se dio cuenta que la aguja había regresado, sólo que estaba ensangrentada. Al día siguiente apareció en los periódicos la noticia de que la víctima había sufrido un ataque al corazón, motivo por el cual tuvo que ser internado en una clínica.

Era viernes y Don Leo decidió que era el momento preciso para terminar el trabajo, por lo que repitió el procedimiento anterior y como se sentía agotado mentalmente, se recostó un rato en un sillón. Al poco tiempo de esto se asomaron unos hombres en carros lujosos, entre ellos estaba la persona que lo había contratado.

El señor entró y le dijo que detuviera el trabajo, ya que el gobernador finalmente había accedido a las peticiones que le estaban solicitando él y sus amigos narcotraficantes; pero le dijo Don Leo que no era tan fácil y que una vez que se comenzara el trabajo ya no se podía detener. El señor se molestó y le dijo que lo tenía que hacer o de lo contrario los judiciales que estaban con él se lo llevarían detenido, también le dijo; “Nosotros no nos vamos a quitar de aquí hasta que nos informen que él ya está bien.”

Asustado, entró Don Leo a sus casa y comenzó a hablar con el Diablo pidiéndole que detuviera el trabajo, pero éste enojado le contestó que él bien sabía que eso era imposible, pero como aquel le insistió mucho, le replicó el demonio que lo único que podría hacer era desviar el trabajo a otra persona y le pidió que le dijera quién moriría en lugar de la víctima. El brujo le dijo que afuera de su casa había una persona vestida de lino y con sombrero blanco (su contratante). A los pocos minutos la persona que lo había contratado cayó muerto, con una gota de sangre en la frente.

Como Don Leo se asustó bastante por lo sucedido, durante varias semanas no se atrevió a practicar el Chinkiíx; sin embargo, ninguno de sus otros rituales resultaban tan efectivos como ese, así que de nuevo lo intentó cuando una mujer muy rica y de la alta sociedad, acudió a él y le pidió que elimine a una humilde campesina que estaba esperando un bebé de su hijo.

Para asegurarse de que el trabajo sea efectivo decidió de nuevo practicar el Chinkiíx. Hizo el mismo ritual de la aguja, llenó un vaso con agua de pozo una aguja y la hizo desaparecer. Después hizo una serie de conjuros y esperó… Cuando la aguja regresó, grande fue la sorpresa que se llevó; ya que estaba  partida en dos y ninguna de las partes estaba manchada de sangre, aunque esto le preocupó, no le dio mayor importancia y decidió que el viernes intentaría de nuevo.

Llegó el viernes y de nuevo hizo el procedimiento de la muerte por medio del Chinkiíx, pero jamás imaginó que cuando la aguja llegó a la mujer que estaba embarazada, el niño que traía en su vientre lloró con tanta fuerza que todos los vecinos lo escucharon, incluso pensaron que ya había nacido.

Se cree que los bebés lloran en el vientre pero su llanto es imperceptible y que solo cuando la criatura está destinada a cumplir con una misión espiritual se puede escuchar su llanto, además de que ante estos seres el Chinkiíx no puede hacer nada. La aguja que estaba destinada a matar a madre e hijo, al sentir la protección que traía el bebé, se alejó partiéndose en dos.

Al mismo tiempo que esto sucedía, Don Leo se encontraba en su casa ansioso de que la aguja regresara, pero para asegurar que regrese manchada con sangre pronunció las siguientes palabras: “Regresa a este vaso manchada de sangre a como dé lugar”.

Tan pronto terminó de repetir estas palabras se escuchó el chasquido de la aguja al entrar al agua. Don Leo se acercó rápidamente a verla, y quedó desconcertado cuando vio que la aguja sí estaba manchada de sangre, pero de nuevo estaba partida por la mitad y faltaba un pedazo.

De repente escuchó un zumbido como el que hace la aguja antes de entrar al vaso. Al ver que la aguja no entraba al vaso y cada vez era más fuerte el zumbido, desesperadamente buscó la aguja; la buscó en el suelo, en el estante…, hasta que de pronto la aguja se le incrustó en los ojos y Don Leo cayó fulminado.

Al día siguiente junto a la esquela de Don Leo, el obituario daba cuenta de la muerte de una conocida dama de la sociedad yucateca que se había estrellado ese mismo día mientras manejaba su camioneta. Y lo más extraño, es que en las fotos que se publicaron en el periódico se podía ver que la mujer tenía un punto rojo en la frente.

Es común que la gente al verse involucrados en algún tipo de problema, sea económico, familiar, amoroso o del tipo que sea, decidan buscar una solución rápida y efectiva, para muchos esta solución es consultar a un brujo y encomendarle que le haga un trabajo a alguien, sin saber que este tipo de actos (brujería) no son un juego, y sí pueden llegar a ser muy peligrosos.

(Este relato me lo contó un hechicero que conoció a Don Leo y asegura que fue real; ocurrió en los años ochentas).

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