Rollo: Celia Franco
Como cada tres años, nos alistamos para que los políticos aspirantes a algún puesto de elección popular nos llenen de mensajes con los que pretenden hacernos creer que cada uno es el mejor y que merece nuestro voto, pero al pasar el proceso electoral todo volverá a la normalidad. Son pocos, muy pocos, los que asumen de verdad su papel y cumplen sus promesas de campaña.
Cuando era niña (no hace tanto), únicamente había dos fuerzas políticas en el estado y en el país también, aunque eran varios los partidos. En la realidad, sólo el PAN y el PRI competían, cada uno ya sabía en cuáles distritos electorales tenían ventaja, en cuáles tendrían cerrada competencia y en cuáles, de plano, sólo mandarían candidatos de relleno para no dejarle el gane tan obvio al otro.
Las calles se llenaban de propaganda, carteles, lonas y bardas pintadas. Eran la decoración de los municipios y cada doble trienio, cuando tocaba elegir gobernador, ¡uff!, la basura se multiplicaba.
En ese entonces se podía sentir, oler, vivir la grilla. Los candidatos eran personas preparadas en la política; para bien o para mal, daban buenos debates, tenían argumentos bien estructurados, los ánimos se calentaban.
Recuerdo que siendo una niña, mis tías, que siempre han sido muy apasionadas del hacer ciudadano, me llevaron a un mitin que se realizó en el parque de la Mejorada. Ahí, el entonces candidato les pidió que quemaran unos billetes, la verdad desconozco la razón (si aquel personaje se acuerda, porfa que me cuente, se lo agradeceré), pero esa acción me marcó.
Me llevó a entender que la gente, cuando ya se ha fastidiado de lo mismo, es capaz de hacer lo impensable; me hizo darme cuenta que si el candidato tiene carisma puede convencer hasta a los más escépticos y de que, en ese entonces, la única forma de que ganaran era con el respaldo de un partido político.
Años más tarde, cuando ya había trabajado varios inviernos como reportera, Yucatán se convirtió en el primer estado de México en tener un alcalde independiente. Fue en Yobaín y, obviamente, era un ex priísta que, al no ser favorecido con la candidatura, se aventuró solo y ganó.
El otro gran cambio fue cuando el eterno candidato, después de 18 años, logró ganar la Presidencia de la república con muchas promesas que ya comenzamos a ver que no se cumplirán (como era de esperarse) y así comenzó la 4T.
Ahora, debido al Covid-19, seremos testigos de otro gran cambio, pues incapacitados para los grandes mítines, caminatas, reuniones y eventos, quienes logren ser candidatos se las tendrán que ingeniar para llevar sus mensajes a través de los medios de comunicación masivos y de las redes sociales.
Pero eso no será todo, pues el partido que quiera ganar se verá forzado a elegir perfiles astutos, carismáticos, personas muy inteligentes, porque además hay que recordar que tendrán que cumplir con las cuotas de paridad de género y con la de jóvenes, lo que les complicará más las cosas, ya que en la mayoría de los casos las mujeres no han recibido la capacitación para ocupar los cargos importantes, y los jóvenes, pues tienen muchas ganas, pero no tanta experiencia.
Aunque claro, ya hay algunos políticos que resaltan entre las opciones para ser los candidatos “naturales”; los partidos políticos, en especial el PAN y el PRI, tendrán mucho trabajo para encontrar a los personajes idóneos con los que puedan evitar que MORENA siga creciendo y les coma más el mandado, pues aunque dicho partido sigue sin ser un oponente real para cargos destacables, ya desbancaron al PRD y el PT sigue sin levantar. Así que ahora es el momento para que eviten que crezca.
Aunque todavía no ha comenzado formalmente el proceso electoral, en el interior de los partidos ya comienzan a moverse las aguas. Esperamos que los de Acción Nacional ya hayan aprendido que la pelea es contra los otros organismos políticos y no entre ellos, así evitarán un desgaste innecesario antes de tiempo, aunque en lo personal, lo dudo.
Y ya veremos si los del Partido Revolucionario Institucional en Yucatán seguirán siendo
tan “obedientes” y aceptan las decisiones que su cúpula les imponga.
El reloj no se detiene… ¡Que comience la carrera!
