Como si fuera ayer: no seamos políticamente correctos

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Opinión: Celia Franco

Decir las cosas de frente no siempre es fácil y no porque uno no tenga el tacto, porque cuando algo es, es y cuando no, pues no, y no hay como disimularlo. El problema está en que la otra parte no siempre está dispuesta a escuchar la verdad, entonces uno se ve en un aprieto y muchas veces optamos por ser políticamente correctos.

Sí, la respuesta políticamente correcta es aquella que nos mantiene al margen del problema, de tener que enfrentar la molestia de la otra persona, no mentimos pero tampoco somos honestos; simplemente nos salimos por la tangente como comúnmente se dice.

Decir la verdad muchas veces termina en pleito o un distanciamiento, en la mayoría de las ocasiones quien pregunta no quiere saber la verdad, sobre todo cuando está mal; simplemente quiere que seamos políticamente correctos. Es ahí donde comienza el problema real.

Imagine usted que su suegra no le cae muy bien pero sabe que tiene que tratarla y hacer un esfuerzo para llevar la fiesta en paz con su pareja. Un día, en alguna fiesta, ella le pregunta por qué le cae mal. ¿Qué va a contestar? Lo más seguro es que sea políticamente correcto y le responda que no es así.

Seguramente no lo hará por cobarde, simplemente evitará un mal rato para todos, incluyéndola a ella, que en realidad no quiere saber sus razones, pero ya no podrá decir sus argumentos y la situación no cambiará.

Todos los días en circunstancias diferentes y con muchas personas decidimos ser políticamente correctos, incluso a nosotros no nos gusta siempre escuchar la cruda verdad.

Sin embargo, cuando se es funcionario no solo es necesario rodearse de colaboradores que sean honestos, sino que sin temor digan las cosas como son, no como el jefe quiere escuchar.

En realidad esas personas son quienes mantienen la realidad cercana a los meros meros, el gran problema es que conforme van adquiriendo más poder, menos quieren saber lo que pasa fuera y si es su error se vuelve casi pecado mencionarlo. Pareciera que al adquirir un cargo se vuelven semidioses, infalibles.

¡No, señores y señoras! Es muy importante que mantengan un ancla que sin temor les diga cómo se perciben las cosas fuera de su círculo cercano. Reconocer cuando aciertan pero también avisar si toman una decisión equivocada.

Todos somos personas y nos equivocamos, es parte de nuestra naturaleza, al igual que la soberbia.

El llamado a todos los servidores públicos es para que no pierdan la humildad, que mantengan aquellas amistades que saben les dirán la verdad y que no repitan los errores del pasado cercano.

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