Pecho a pechito: a evitar otros posibles parricidios

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Rollo: El Boffas
¿Qué pasa por las mentes de las personas que enloquecen por, aparentemente, una bobería (aunque de manera más popular se diga de otra forma)?

Pues, realmente, sólo ellas lo saben.

La semana pasada, un hecho trágico y triste conmocionó a la pequeña comunidad oriental de Temozón y, claro, para gran parte de la sociedad yucateca que se enteró por los canales de comunicación vigentes.

Resulta que el matrimonio integrado por Maximiliano Cahum y Dzib y Esperanza Caamal y Poot, de 89 y 78 años de edad, respectivamente, fueron descubiertos muertos, en el interior de su casa. En sus hamacas y bañados en sangre. Fueron degollados, o sea, literalmente les dieron “cuello”.

La banda se movilizó, los familiares y la Policía Ministerial. No tardaron mucho en descubrir al culpable de tan espeluznante asesinato. Aunque no lo podían creer el presunto culpable –y eso es por la llamada presunción de la inocencia del nuevo modelo de juicios orales, siempre tan controvertidos- era nada más y nada menos que uno de los hijos de los malogrados ancianos: Susano Cahum y Caamal.

En efecto, el sujeto, con el Diablo dentro del cuerpo y la mente, aparte de que no se descarta que estuviera bajo el influjo de alcohol y drogas, echo mano de un cuchillo y mató a sangre fría a sus padres cuando ellos estaban durmiendo e indefensos.

¿Qué habría influido en tan despiadado tipo? Pues aparentemente estaba muy molesto con sus padres porque éstos, en la repartición de la herencia, le dejaron la casa, precisamente donde él ejecutó el doble crimen. El “niño” no estaba contento porque quería un terreno que ya le habían heredado a su hermana. Así de fácil.

Esos son todos los trágicos antecedentes, pero lo importante ahora no sólo es que la justicia castigue ejemplarmente al mal hijo, sino, en lo posible, trata que las autoridades de salud del gobierno estatal se metan de lleno programas preventivos contra el abuso del trago barato y fino, las drogas y hasta las situaciones depresivas que ocasionan, al año, más de 200 suicidios.

De entrada, no hay mucho qué decir de tan desalmado y desorientado sujeto que victimó a las personas que le dieron la vida. Debe ser procesado y sentenciado por doble asesinato con todas las de la ley: alevosía y ventaja, contando el agravio del parricidio. Aquí no hay mucho que deba colaborar. Sólo reconocer su crimen y mínimo, por la ejecución de su padre, quizá 40 años, y por el de su madre, 50. Y es que, siguiendo los cánones de moda, hubo feminicidio en razón de parentesco. Y ello tiene pena máxima de 50 años. Como lo más seguro es que el juez en cuestión nunca otorgue todo el peso de la ley, pues muy fregadamente podemos estimar 60 ó 70 años en conjunto para que el parricida pueda salir en libertad. O sea, posiblemente sólo “Chabuelo” pueda ver a este bárbaro pisar las calles nuevamente. Lo más seguro es que “Sus”, como era conocido por sus amigos y familiares, se quede como invitado de honor en el penal de Ebtún, en Valladolid largos años.

Pero lo más importante es atacar las situaciones que provocan los excesos, tanto de ingesta de alcohol y drogas, como las condiciones depresivas que orillan, en muchas ocasiones, a rendirle culto a la diosa Ixtab, considerada la “majestad” del suicidio en la ancestral cultura maya.

No estaría nada mal que se diseñen y apliquen programas de control para las adicciones en las comunidades rurales de Yucatán, donde por lo general, los machines abusan de tanto trago barato y ya nublados de la razón, cometen todo tipo de fechorías, desde un simple asalto, hasta una violación y, mucho peor, el crimen.

Hace bastantes años que un parricidio no ocurría en Yucatán. Entonces hay que diagnosticar, en lo posible, las situaciones de apremio por la que atraviesan matrimonios de edad mediana o avanzada, no sólo en lo económico, que es lo más natural con la pobreza que se distribuye en la entidad, sino en el ámbito intrafamiliar.

En decenas de ocasiones nos enteramos por los medios de comunicación y hasta en el “Radio Pasillo” que padres indefensos y ancianos o con graves problemas físicos, son maltratados por, mínimo, uno de sus hijos, por lo general el que es un bueno para nada, dominado por los vicios y la irresponsabilidad. Allí, en esas familias, lo que predominan son los golpes de los hijos contra sus padres porque no les dieron dinero para el trago o la droga, o simplemente porque los progenitores los regañaron. Es cuando el Diablo se desata en los tipejos y, de vez en cuando, en las  tipejas.

Hay mucha labor por hacer, pero con diagnósticos oportunos de familias en condiciones de maltrato se podrían evitar, a corto o mediano plazo, las tragedias como el caso del parricidio cometido por Susano Cahum y Caamal, alias “Sus”, el cual no tiene perdón de los humanos y tampoco de Dios.

Amiguitas y amiguitos, ya saben: sugerencias para que los sujetos(as) abusivos con sus padres vayan a parar a casa del “cariño”, enviarlas a [email protected] y/o [email protected]

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