Como si fuera ayer: más vale tarde que nunca

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Rollo: Celia V. Franco C.
Mi papá me contaba que en su infancia (y eso que no es tan grande, tiene 66 años y contando) para entretenerse se sentaba en la esquina de su casa a contar los carros. Imagine usted la cantidad de automóviles que había en ese entonces como para que se pudieran contar y, además, fuera divertido.

Hace unos  años, cuando el hombre que me dio la vida se divertía retando a sus padres y llegando hasta los límites de la ciudad de Mérida que eran: donde comienza la ciudad industrial; por el oriente donde se encuentra la plaza comercial con ese nombre; al poniente a unos 500 metros después de las rieles del tren, donde comienza la Canek; al norte, donde está la ahora famosa Glorieta de la Paz, iniciaba la carretera que llevaba al puerto de Progreso y que, según sus relatos, los fines de semana parecía la calle 62 a la 1 de la tarde.

En ese entonces, las cosas eran, sin duda alguna, muy diferentes. No puedo decir que mejores, pero sin duda todo era más seguro. Creo que me hubiera gustado conocer esa Mérida, ese Yucatán donde el respeto, el cuidado y la amabilidad eran valores importantes.

Los ciudadanos eran más consientes, tanto los peatones como los conductores, los primeros ponían especial cuidado al cruzar la calle, mientras que los segundos respetaban los lineamientos al manejar sus vehículos, no es que no hubiera accidentes, pero las causas no eran por acciones tan impertinentes como las de ahora.

Sí, lo siento si alguien se enoja pero es la verdad: nos hemos vuelto muy inconscientes y egoístas, lo único que nos importa es llegar primero y no medimos las consecuencias de nuestras acciones.

Un claro ejemplo es el centro de cualquier municipio, los peatones se sienten dueños de las calles y cruzan a cualquier altura y esquivando los carros, aun cuando llevan a menores agarrados de las manos.

Pero no son los únicos que demuestran su falta de educación vial, pues los motociclistas, en su intento de demostrar que son inmortales, esquivan a los vehículos, se meten entre los camiones y pocas veces respetan a los caminantes.

Aunque eso no ocurre solo en Mérida pero por ser la ciudad más grande del estado los casos son más y un lugar recurrente es el Periférico, el mejor escenario para ver la imprudencia humana en su máximo esplendor.

Los transeúntes creen que corriendo podrán cruzar seis carriles y una hondonada central y ganarle a los carros; por su parte, los automovilistas suponen que nunca nadie se les cruzará en su camino, así que le pisan de más al acelerador. Obviamente, los accidentes son muy seguidos y los peatones casi siempre (por no decir siempre) pierden la vida al ser atropellados por una mole de metal que va a 90 kilómetros por hora (si es que jalan a la velocidad reglamentaria).

“Pero es que no hay dónde cruzar, tenemos que caminar mucho para llegar a un paso peatonal”, dicen siempre quienes se arriesgan a atravesar al vía rápida. Eso es verdad y la autoridad termina haciéndose ojo de hormiga con razones como que la avenida está diseñada para el rápido tránsito de los automotores.

El argumento es válido pero la realidad es que la población ya sobrepasó esa planeación y llegó el momento de hacer algo al respecto. Hace tiempo hubo la idea de construir otro Anillo Periférico y que el actual termine siendo como el Circuito Colonias. También se pensó en construir pasos peatonales superiores a distancias considerables.

Hasta ahora ni una ni otra, así que mientras eso sucede no estaría mal que seamos sensatos y más precavidos. Por favor: no se expongan a cruzar corriendo y los conductores manténganse alerta y a la velocidad permitida.

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