Los olvidados: lucha, sin lana, contra la diabetes

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A sus 66 años de edad y con un avanzado padecimiento de diabetes, don Ezequiel Aguayo Guillermo no pierde la esperanza de algún día poder tener una vida mejor y para ello clama a la gente caritativa que lo ayuden para sus tratamientos médicos para que cicatrice su pie izquierdo al que le han amputado todos los dedos.

Además, también perdió hace poco más de dos años el pie derecho a raíz de un accidente mientras trabajaba cargando postes de madera y uno se le cayó en el pie provocando que se le tenga que amputar.

Don Ezequiel vive solo y en condiciones insalubres, en su vivienda ubicada en Tahcabo, perteneciente al municipio de Calotmul. Asegura que es poco el apoyo que recibe de las autoridades, incluso ni una despensa de las que otorga el DIF en los municipios.

Su esposa falleció hace ya un buen tiempo, con ella procreó tres hijos que viven en la misma comunidad, pero tampoco cuentan con los recursos económicos para ayudarlo, por lo que sobrevive con la pensión del programa federal que le otorga 2 mil 550 pesos bimestral.

Con esa cantidad compra sus medicamentos, Ceftriaxona, con costo arriba de los 300 pesos (actualmente no tiene), además adquiere lo básico en productos como pastas para sopa, frijol, arroz, huevo, entre otros que utiliza cuando se queda sin dinero.

Todos los días pasa dificultades para salir por sus tortillas, se coloca su prótesis en el pie derecho y en el otro, aun llagado, se pone su zapato tenis al cual antes le coloca papel periódico para que absorba los líquidos que libera su herida.

Lentamente se dirige hacia una vieja silla de ruedas que además está desajustada por el uso y sale de su casa librando las piedras que encuentra en su camino, ya estando en la calle se sienta y continúa hacia la tortillería.

Además de eso, prepara lo poco que tiene para comer utilizando una pequeña estufa. A pesar de sus condiciones lava su ropa.

Con la mirada triste, enumera sus prioridades, primero, ir con un médico que le recete medicamentos que ayuden a cicatrizar su herida, su alimento lo deja en segundo término y se emociona cuando se le pregunta si aceptaría que lo trasladaran a la Casa del Anciano en Tizimín.

“Sí voy, oigo que dicen que ahí te atienden, hay con quienes conversar, pero dicen que cobran y es ahí donde no puedo cumplir”, expresa.

Para quienes deseen ayudar a don Ezequiel pueden encontrarlo en su vivienda a espaldas de la clínica de la comunidad de Tahcabo, en la calle que conduce hacia la ex hacienda Itzinché.

Sin un pie y el otro sin dedos, don Ezequiel Aguayo pasa mayor tiempo en su hamaca. Ruega a la banda depesiana que le echen la mano para que pueda acudir al médico, se los agradecerá eternamente.

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