Enigmas: La venganza de la hechicera del panteón de Ticul

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Por Jorge Moreno
Cuenta la leyenda que hace muchos años vivió en el pueblo de Ticul (hoy ya tiene el rango de ciudad) una hechicera muy poderosa, quien para hacer sus embrujos acudía con frecuencia al panteón de esa localidad, así como al de otros pueblos cercanos, para realizar oraciones, obtener tierra negra «trabajada» y la esencia de los espíritus que por ahí rondaban.

Pero en ese entonces había mucha envidia entre la gente que hacía la magia negra, en especial sobre la hechicera ticuleña, pues decían que ésta no respetaba las leyes sagradas y no era digna de ejercer los dones que tenía.

Fue así que varios de sus «compañeros» decidieron poner un alto definitivo, y la única forma era asesinándola. Entre todos hicieron un poderoso encantamiento con el cual moriría en el interior del panteón de ahí, pues la hechicera, al momento de tocar la tierra que ella trabajaba, caería fulminada, cosa que en efecto, sucedió.

Cuatro brujos que ahí se encontraban vigilando todo lo que ocurría se pusieron eufóricos, pues al fin se habían podido deshacer de su rival, por lo que fueron a dar aviso a sus otros compañeros. Con lo que no contaban era que la bruja era muy astuta y en realidad no había muerto, sólo fingía, pues quería tomar venganza de lo que le habían hecho pues había descubierto la emboscada antes.

La venganza

Y así, poco a poco los hechiceros de la región fueron muriendo de la forma más cruel, de manos de quien iba a ser su víctima, los que no morían perdían sus poderes y dejaban de ejercer la brujería y se dedicaban a otras cosas.

Sin embargo, ella sabia que tarde o temprano surgiría alguien con más poder y decidió irse de Ticul, a un pueblo lejano en donde nadie la conociera.

Cada siete años

Se dice que a partir de ese momento, toda la tierra del panteón de Ticul se secó, los árboles de los alrededores empezaron a morir, y un extraño ambiente se vivía entre los pobladores cuando estos acudían a ver sus difuntos, pues decían que casi no podían respirar y el ambiente se sentía muy pesado.

Fue necesario llevar a H’menes para que estos purificaran de nuevo el lugar y lo santiguaran, ya que de lo contrario cosas malas podrían suceder ahí.

Se dice que esto se tiene que hacer cada siete años, ya que de lo contrario los árboles se secarán de nuevo y una plaga o una tragedia desencadenarían la maldición, propiciando la muerte de mucha gente inocente que vive en los alrededores.

Un antiguo velador que trabajó ahí hace muchos años señala que él en dos ocasiones vio a los curanderos entrar y santiguar el cementerio, y al parecer esto se continúa haciendo, la última vez fue en el año 2009, por lo que en este 2016 se deberá hacer de nuevo esa ceremonia.

Lo interesante del asunto es que algunos presidentes municipales, enterados de esto han permitido a lo largo de la historia que este ritual se realice, cediendo el permiso e incluso apoyando con lo que se necesite.

Aunque a final de cuentas el permiso es lo de menos, los brujos que velan por la seguridad de su trabajo y de su pueblo, lo han hecho y lo seguirán haciendo aún sin permiso “oficial”.

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