Enigmas: Triste final del “Huaykekén” de Tizimín

InicioEspecialesEnigmas: Triste final del “Huaykekén” de Tizimín

Por Jorge Moreno
En días pasados, el programa “Voces del Más allá” de la estación de radio “La Comadre” de grupo SIPSE, realizó un concurso en donde el público tenía que mandar sus relatos y experiencias paranormales; un servidor fue jurado y tras la deliberación, ésta fue la historia ganadora: Nos la envió David Nahuat Poot, quien afirma lo siguiente:

“Hace muchos años, cuando aún estaba en primaria (tendría unos 7 o 9 años de edad), a unas cuadras de mi casa en Tizimín, había una rehollada enorme, pero que al hacer calles (en esa época, de terracería) quedó dividida en cuatro, y tres de ellas eran predios baldíos y solo una era habitada por don Juan, el dueño del terreno.

“Allí se encontraba un sitio tipo vivero, en el que había enormes arboles de aguacate. Cuando caía la noche se escuchaban escalofriantes ruidos mezcla del viento fuerte y las enormes ramas de los árboles. Era muy común que en épocas de esos frutos mucha gente iba a comprar aguacates; era toda una aventura, pues el terreno era tan grande que te perdías dentro, además que terminabas con los zapatos enlodados. El señor rara vez cobraba los frutos, pues la única condición era que uno mismo entrara a buscarlos.

“En esos largos recorridos la gente empezó a observar que había un espacio en donde había animales, pero estaban escondidos. El señor no permitía que los vean, pues decía que los animales podrían enfermar a las personas de mal de ojo.

“Aun así, la gente seguía yendo por sus aguacates a casa de don Juan, pero cada vez más nos negaba entrar a su enorme terreno.

Poco tiempo pasó cuando los campesinos que regresaban ya muy tarde de sus parcelas, sentía un olor putrefacto al pasar por allí, pero extrañamente sólo se sentía por las noches. La gente dejó de frecuentar esa zona, pues pensaba que don Juan sacrificaba a sus animales y se los comía crudos. Ya saben, historias que se inventan, para asustar a los más pequeños, como a mí, por ejemplo.

“Los meses pasaban y ya nadie veía a don Juan, ni siquiera salir para hacer sus compras, todos pensábamos que se había ido a vivir a otro lugar. Hasta que uno de los campesinos decía que cuando pasaba por ahí, al regresar de su parcela, escuchaba ruidos de cochinos, pero por mucho que buscaba en el monte nunca los veía.

El enorme marrano

“Por las noches, los perros aullaban cada vez más y más sin parar, ninguno de nosotros salía a esa hora, por el miedo de lo que hubiese afuera.

“Luego los animales de los vecinos empezaban a enfermar y por las madrugadas se escuchaban cadenas arrastrándose y animales corriendo
en aquellos enormes terrenos baldíos, pero nadie se atrevía a hacer algo hasta que la gente se hartó de ver desaparecer sus animales o de que estos amanezcan enfermos sin motivo.

“Fueron bastantes noches de temor hasta que campesinos de ese rumbo, se juntaron para espiar a lo que estaba matando a sus animales; según supe en su plan por cazar aquel misterioso animal había que ponerle a las municiones de las escopetas una cruz, para que si se tratara de un demonio como decían los campesinos más ancianos, no pudiera librarse del daño de las balas.

“Fueron algunas noches de espía hasta que en una de esas se dice salió del monte un enorme marrano, persiguiendo a los perros callejeros y contaban que el olor era insoportable. El campesino que lo vio le disparó, pero el animal no cayó al suelo, logró meterse dentro del denso monte, y desde esa noche ya no se escucharon de nuevo los escándalos de animales jugando por las calles
durante las madrugadas.

“Pocas semanas pasaron cuando nos enteramos que don Juan se había lastimado una pierna, daño que lo hizo quedarse en cama hasta que falleció. Los campesinos decían que él era el “huaykekén”, que no pudo librarse de una bala que llevaba el signo de Jesús

- Publicidad -

LO MÁS LEÍDO