Por Jorge Moreno
Hoy les presentamos el tercer y último relato que nos envió José Luis Vázquez Castillo, maestro rural del nivel de educación indígena de su natal Chiapas, y sin duda es una experiencia paranormal aterradora:
“Era el año 2004 y ya había iniciado el ciclo escolar desde hacía tres meses, pero por cuestiones personales hice una permuta y me comisionaron a una localidad ubicada en el municipio de Ostuacán, en el estado de Chiapas. En esa región no hay cerros ni montañas, sino más bien colinas, mucha agua y potreros extensos, ya que la actividad predominante en esa región es la ganadería.
”Pues bien, yo no conocía la comunidad, era la primera vez que iba a llegar y recuerdo que viajé desde mi domicilio hasta la cabecera municipal y, ya siendo como las 2 de la tarde, empecé a caminar rumbo a mi nueva escuela que, según referencias, estaba como a unas tres horas de camino a pie.
”Y ahí iba andando, recuerdo que era un día 1º. de noviembre, en esas fechas los días son muy cortos y la noche cae muy temprano, eran como las 5 de la tarde, pero ya se veía caer la obscuridad y yo, pues ya algo inquieto porque no llegaba a la comunidad y más que nada porque no conocía la zona, pero como ya había caminado mucho tiempo y por las referencias que me daban algunas personas con las que me topaba en el camino, me daba cuenta que ya estaba a punto de llegar.
El encuentro con los desconocidos
”Pues bien, llegué a la orilla de un río muy ancho, pero no muy profundo cuando ya estaba oscureciendo y me llamó la atención una piedra muy grande en medio del agua; la roca era muy ancha y plana y encima de ella estaban tres hombres embrocados platicando, como si tuvieran todo el tiempo del mundo.
La verdad es que me sentí tranquilo porque, al menos, encontraba todavía personas por ese rumbo y a esas horas.
”Grité en voz alta: ‘Buenas tardes, ¿podrían indicarme, por favor, si ya estoy cerca de la comunidad Peñitas?, es que soy el nuevo maestro y voy para allá, pero realmente no conozco la zona’.
”Uno de ellos, recuerdo el que estaba colocado a la orilla, que tenía una camisa de cuadros color celeste y un sombrero blanco, se volteó y me dijo que ya estaba cerca, que cruzara el río por la parte más baja y tomara el camino, que no había pierde y que en
unos 10 minutos más adelante estaba el pueblo.
”Le di las gracias, me despedí y procedí a cruzar el vado y, efectivamente, tomé el camino y en poco tiempo llegué a la comunidad. Estando allá pregunté por el presidente del comité de la escuela y me indicaron dónde encontrarlo y ya estando en su casa, éste me dijo que podría quedarme a dormir ahí, pues ya era de noche y que al otro día me indicarían en dónde estaba la escuela.
«No se vaya usted a asustar»
”Ya luego, y tomando un café en casa del comité, me preguntó si no tuve problemas para llegar a la comunidad en vista de que no conocía la zona y, además, que estaba muy retirado el pueblo, entonces le conté lo de las personas que encontré en el río, haciendo
énfasis en el que me indicó cómo llegar al pueblo.
”Recuerdo que cuando le dije eso, el señor estaba llevando la taza de café en la boca, pero inmediatamente su cara cambió, bajó la taza y me dijo: ”‘¿En la piedra que está en medio del rio?’ ”‘Sí’, le dije. ”‘¿Tres personas?’ ”‘Sí’, le contesté.
”Hasta su esposa, que estaba por ahí haciendo unos quehaceres en la cocina, al escucharnos se acercó intrigada. ”Luego, el señor me dijo: ‘Mire profe, no se vaya usted a asustar, pero esas personas que usted vio ya no existen entre nosotros.
”‘Por qué?’, le dije.
”‘Mire, hace tres años los mataron y dejaron sus cuerpos ahí, sobre esa piedra ancha en medio del río y, además, sepa que desde entonces ya son varias las personas que los han visto por ahí, pero hasta ahí nada más, nadie había hablado con ellos hasta ahora que usted está diciendo que uno de ellos le indicó el camino’.
”Cabe mencionar que esa noche no pude dormir. Nunca más volvió a repetirse ese incidente, pero no podía evitar estremecerme cada vez que pasaba cerca de la piedra ancha, evitando siempre pasar solo y menos entrando la noche en un Día de Difuntos”, finalizó su relato el maestro José Luis Vázquez Castillo.
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