Enigmas: El Paseo del Terror

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Por Jorge Moreno
Muchos de los presuntos casos de fantasmas y sitios embrujados tienen una explicación lógica, por eso cada vez que me reportan un caso y acudo a investigar, busco en primera cuenta utilizar el método científico para ir descartando situaciones que expliquen el suceso en cuestión.

Por ese motivo, siete u ocho de cada diez casos que investigo, finalmente se llega a la conclusión de que no es un fenómeno paranormal; si todo fuera algo fantasmal, estaríamos atiborrados y hasta fastidiados de tantos casos o evidencias y quizás se perdería el misterio o la intriga que causan estos sucesos.

Todo esto lo menciono por el siguiente relato que a continuación les presento, que fue real y, al parecer, muchas fuentes aseguran que ocurrió en el Estado de México:

Un hombre se encontraba parado a la orilla de la carretera en medio de una oscura y tenebrosa noche mientras caí un fuerte aguacero. Esto sucedió en la madrugada de un treinta y uno de octubre -noche de brujas-, más o menos a dos kilómetros del cruce de una vía que conducía a dos pequeños poblados.

Pasaba el tiempo y el clima se ponía peor; aún así, los pocos vehículos que transitaban a esa hora no paraban a pesar de las señas que, en este sentido, les hacía el hombre.
La lluvia era tan fuerte que nuestro personaje apenas alcanzaba a ver a unos tres metros de distancia. De repente vio cómo un extraño coche se acercaba lentamente y al final se detuvo.

El hombre, sin dudarlo, por lo precario de la situación, se subió al coche y cerró la puerta. Volteó su mirada y se dio cuenta, con asombro, que nadie lo iba manejando, El coche, entonces, arrancó suave y pausadamente. Aterrorizado, miró hacia la carretera y se dio cuenta, con horror desorbitante, que adelante había una curva. Mojado hasta los huesos, se sintió totalmente congelado.

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Asustado, comienza a rezar e implorar por su salvación al advertir su trágico destino.
El hombre no ha terminado de salir de su espanto, cuando justo antes de llegar a la curva, una mano tenebrosa entra por la ventana del conductor y mueve el volante lentamente, pero con firmeza.

Paralizado del terror y sin aliento, medio cierra sus ojos, se aferra con todas sus fuerzas al asiento e inmóvil e impotente ve como sucedía la misma situación en cada curva del tenebroso y horrible camino, mientras la tormenta aumentaba su fuerza.

Nuestro asustado personaje, sacando fuerzas de donde ya no quedaban, se baja del coche y se va corriendo hacia el pueblo más cercano. Deambulando, todo empapado, se dirige hacia una fonda que se percibe a lo lejos.

Entra en ella y, a pesar de la hora, pide dos “tragos dobles” de aguardiente y, temblando aún, les empieza a contar a los pocos que se encontraban la horrible experiencia por la que acababa de pasar y presenciar.

Se hizo un silencio casi sepulcral ante el asombro de todos los presentes. El miedo asomaba por todos los rincones del lugar. A la media hora llegan dos hombres totalmente mojados, y molesto le dice uno al otro:”Mira Juan: allá está el $%·& que se subió al coche cuando lo veníamos empujando”.

Este suceso real, incluso ha sido contado como chiste por muchos comediantes, pero sale a relucir lo que a veces ocurre en realidad en el tema de los fenómenos paranormales, si el par de sujetos que empujaban el auto no hubieran entrado a ese negocio, el protagonista de este caso seguiría jurando que la mano misteriosa era de un fantasma.

¿Estaría mintiendo? No. Sin embargo, no sería propiamente un alma en pena quien movió el auto.

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