Enigmas: El extraño caso del ‘nahual’ que asolaba en la Nueva España

InicioEspecialesEnigmas: El extraño caso del ‘nahual' que asolaba en la Nueva España

Por Jorge Moreno
A fines del siglo XVI, el terror invadía los asentamientos de indígenas que se hallaban fuera de la traza de la entonces capital de Nueva España; los gritos atronaban la noche llena de aullar de perros y el llanto de los niños, un ser monstruoso mitad hombre y mitad animal causaba el pánico y el desconcierto entre las gentes timoratas.

Aquel ser que corría, que desaparecía entre las sombras y parecía asaltar y volar, se robaba a los recién nacidos, entonces algunos hombres osados en defensa de sus hijos, de sus vidas y propiedades, le lanzaban flechas, piedras y lanzas, todo esfuerzo que hacían era inútil. Los habitantes consternados fueron al día siguiente a ver al cura de su parroquia para contarle lo sucedido, quien se molestó porque todavía los naturales creían en esas cosas y les dijo que se encomendaran a Dios.

Los indios se alejaban cabizbajos, sin encontrar el apoyo en quien pensaban podía ayudarles, porque no creía en lo que estaba ocurriendo. Entre tanto el ser al que llamaban “nahual” continuaba merodeando cerca de la capital, saltando por los puentes y provocando el miedo, muchos arrieros y viajeros vieron al monstruoso ser mitad hombre mitad coyote o fiera, con unas garras afiladas y unos ojos de felino, pero ninguno de los españoles aceptaba la existencia de esta criatura, hasta que una noche el nahual se metió a la casa de don Alvar de Ordóñez.

Gritos de terror

Emitiendo un gruñido infernal, sacaba con sus garras lo que encontraba en un arcón, dentro de la alcoba de doña Mariana, hasta que el gruñido de la bestia y la ausencia del marido, hizo que la dama se despertara y lanzara un grito de terror; los criados al oír los gritos de su ama, corrieron presurosos a auxiliarla.

Al llegar hallaron a la mujer gritando en la ventana abierta, y al asomarse a la ventana pudieron ver a la criatura que corría por los tejados, llevándose cuanto había podido hurtar del arcón de su alcoba.

Don Alvar fue a ver a los auditores de la Santa Inquisición para informarles de tan terrible suceso, pero si los curas se negaban a creer lo que decían era patraña, los del Santo Oficio no podían hacer nada, entonces el caballero decide ir al Palacio Virreinal, en donde entonces funcionaba el tribunal de la Acordada; allí fue recibido por el entonces famoso capitán Zendejas, espadachín valiente y héroe de las batallas de Flandes, quien escuchó con calma al angustiado hombre, pero una vez terminada la conversación el
capitán le pidió pruebas de lo que estaba diciendo, ¿de dónde las iría sacar?

Arresto e increíble escape

La suerte acompañó días después a don Alvar, pues caminando por la calle que se conocía como del Muerto (hoy calle República Dominicana), vio que venía en sentido contrario una india que vestía las ropas que le fueron robadas a su esposa, y ni tardo ni perezoso detuvo a la mujer mientras gritaba a todo pulmón, y no tardó en ser arrestada.

El capitán Zendejas encontró pruebas suficientes, y la india que dijo no hablar español ni dio su nombre, fue encerrada en la celda,
pasando gran parte de la noche lanzando al aire una chocante cantinela; y hastiado, cansado de escucharla, el guardia se acercó para gritarle que se callara, la india fijó sus ojos negros odiosos en el guardia y le aseguró que esa misma noche saldría de ese lugar,
parte de las celdas daban hacia la calle que hoy es Corregidora y otra a Correo Mayor.

Se cree que por una de estas calles entró el nahual para liberar a la india, bajo el peso de la noche o de la madrugada, el capitán Zendejas vio incrédulo la forma en que había sido doblada la reja de hierro de la celda, pues tal parecía que fuera el mismísimo diablo quien entró una noche a casa de don Alvar Ordóñez, situada en la entonces calle de Cruz Verde, hoy Quinta de Regina; y todo lo destrozó, así muebles como cortinajes de seda, brocatel, muebles y tibores de la China, y lo que fue peor, es que diera muerte a doña Mariana sobre su mismo lecho, en donde fue hallada degollada, con la garganta destrozada, tenía zanjadas horribles como de garras de una fiera.

Aún sin que don Alvar se repusiera un poco de su dolor, el capitán Zendejas le propuso un plan para dar caza al terrible nahual, pues éste no tardaría mucho en darle muerte al afligido marido, y esa misma tarde decidieron ir con fray Baltasar Quintero para que les
diera las armas que acabarían con la bestia; cuando el capitán llegó a ver al dominico, le entregó unas balas de plata benditas de arcabuz, flechas para ballestas y de preferencia debían darle muerte en la mitad del pecho.

El encuentro con la bestia

Esa misma noche, con el alma en un hilo, el capitán se apostó cerca de la cama de don Alvar, los otros soldados estaban distribuidos en ventanas y azoteas vigilando la posible llegada del feroz nahual, la noche estaba tensa en los monasterios y conventos porque la hora del maitines estaba cerca; de pronto se recortó sobre el cielo de la entonces capital de Nueva España, aquella figura horrible espantosa, acto seguido el capitán da la voz de alarma y dispara el arcabuz, otro soldado disparó con la ballesta consagrada, y a pesar de la oscuridad de la noche, los españoles se dieron cuenta de que aquel ser monstruoso había sido herido, entonces aquel maligno ser rodó o se dejó caer siguiendo la inclinación del tejado, lanzando gruñidos pavorosos.

Todos lo vieron rodar y caer hacia el patio de la casona del viudo, sin embargo nadie escuchó el ruido de caída alguna, los soldados corrieron lo más pronto que pudieron hacia el patio, pero la bestia había desaparecido, entonces en ese momento uno de los hombres
descubrió un charco de sangre y un hilillo que iba hacia la puerta, continuando sobre el empedrado de la calle.

Como había dicho el capitán, aquel ser espantoso, endemoniado, corría a gran velocidad y parecía volar, y sin dejar de observar el rastro de sangre continuaron al galope y casi al amanecer estaban cerca de las cuevas de San Agustín (hoy Tlalpan), entonces uno de los soldados observó que la sangre llegaba hasta una cueva cercana, y dando ejemplo de su valor y su coraje, el capital se colocó las reliquias sagradas junto con sus soldados y lo dirigió hacia la cueva; a llegar a la entrada fueron recibidos por gruñidos espantosos de bestia salvaje, de demonio, y a la luz de una tea que habían llevado por precaución, vieron por primera vez frente a frente al monstruoso y horrible ser, acto seguido el capitán ordenó dispararle.

La transformación

Eso fue suficiente, no pudieron errar de tan cerca y la bestia entró de inmediato en agonía, tenía dentro de su cuerpo balas de plata consagrada y flechas impregnadas de agua bendita y Tierra Santa, mas lo terrible e increíble del caso fue que a medida que el
bestial ser agonizaba, ocurría una transformación extraordinaria, y poco a poco el nahual iba perdiendo su horrible aspecto, para convertirse en uno de tantos indígenas que vagaban por las calles vendiendo patos cocidos y carbón de encino, verduras y juncos
para adornos.

Los soldados decidieron inspeccionar los alrededores, ya que sospechaban que ese lugar podía ser morada de otros nahuales, subieron de prisa y pronto llegaron a la entrada de dos de esas cuevas, en cuyas cercanías se percibía un nauseabundo olor, el interior de la cueva les causó repugnancia y horror, pues había un altar maligno; se dieron cuenta que allí celebraban los nahuales sus ritos demoniacos, para después transformarse en esos horribles animales que causaban el pavor en la Colonia, también encontraron los huesos de los niños que habían desaparecido.

Con motivo de la denuncia del capitán Zendejas, el virrey ordenó la detención de todos los indígenas que se dedicaban a ese culto diabólico, no se sabe si éste logró abolirse pero aún a principios del siglo pasado, todavía se aparecían nahuales que robaban manteca, alimentos y ropa de los humildes moradores.

Tal vez te pueda interesar:

- Publicidad -

LO MÁS LEÍDO