Rollo: Jorge Moreno
Desde hace cientos de años, el símbolo del mal se ha cristalizado en figuras de animales y antropomórficas; la cultura maya no es la excepción y hasta el día de hoy el maligno más fuerte es representado por el “Kisín”, un ser especialmente temible.
Oswaldo Baqueiro López escribió que “Kisín es un espíritu verdaderamente malévolo, es el mismísimo Diablo. Se aconseja evitar la mención de su nombre, pues podría aparecerse para ver quien lo llama.
Por esta razón, la mayoría de la gente, para referirse a él, usa la expresión K’aakasba’al, que significa “cosa mala”, explica.
Esta entidad puede adoptar muchas formas. Frecuentemente usa la apariencia de algún animal. Un joven, al oír a sus perros aullar de noche, salió al patio para ver porqué lo hacían. Allí vio un animal negro de aspecto horrible. Se lo contó a su padre. Éste le dijo era el Kisín y que no volviera a salir a esas horas.
En una segunda vez, por curiosidad, desoyó el consejo. Además del susto, contrajo
una enfermedad que lo llevó a la muerte.
Kisín vive en el Metnal (el equivalente al infierno cristiano). Se cree que por medio de los conductos de ciertos hormigueros, se puede llegar a este lugar.
Se dice que algunos hombres pueden hacer un pacto con el Kisín y éste, los dota de poderes extraordinarios. Así es como los brujos adquieren las capacidades para sus trabajos.
Es curioso que mucha gente de las ciudades de pronto dice “me está yendo muy mal en todo, voy a vender mi alma al diablo” y tratan de hacer invocaciones comunes (o “recetas” que buscan de internet) hacia los demonios tradicionales del cristianismo (Zabulón, Azazel, Belcebú, etc.), pero éste nunca se interesa ya que ellos nos escogen, no nosotros. Pero en el caso del “Kisin”, hay una excepción, pues con cierto tipo de ofrendas y rezos sí se puede invocar al demonio maya incluso por personas comunes, pero siempre y cuando se siga el método correcto.
El pacto se supone que hace que por los siguientes veinte años te vaya muy bien en cuestiones de dinero, amor y salud, pero al año veintiuno él vendrá a cobrarte, pero no te matará, sino te convertirá en un animal (un toro o caballo, por lo general) y tendrás que estar al servicio de otra persona que haya hecho el mismo pacto.
Para finalizar, les presentamos el relato de Juan Castán, un yucateco que por muchos años estuvo viviendo en Chetumal y se dedicaba a trabajar el chicle en la selva maya: Según se cuenta, este hombre tuvo un pleito con su esposa, ya que descubrió que ella le fue infiel; pero lejos de sacarla quiso vengarse, ya que él era pobre y su mujer siempre se sintió “de la alta sociedad”; entonces, él decidió invocar al Kisín para volverse millonario y así poder humillar a su esposa y sacarla de su casa.
Se dice que por nueve noches seguidas estuvo haciendo varias invocaciones que le enseñaron, hasta que se le apareció el Kisín, pero éste por algún motivo notó que no era una persona que valiera la pena y quiso darle una lección.
El Kisín aceptó el pacto y le dio mucho dinero la primera noche, pero Juan, cegado por la ambición, se fue de juerga a varias cantinas y empezó a presumir que tenía mucho dinero; entonces, no faltó quien le robara, aprovechando que estaba hasta las “manitas” de borracho.
A la mañana siguiente, apareció tirado en la escarpa de la cantina y tras despertar, llegó el Kisín molesto y le dijo que no era una persona digna para el pacto, Juan Castán le suplicó que le diera otra oportunidad y entonces el maligno le dijo: “Trabaja y devuélveme el dinero que te gastaste y te robaron anoche y entonces yo te renuevo el pacto”.
Pero era tal la flojera y conchudez de Juan, y tanto el dinero que se gastó y le robaron, que al cabo de un mes “tiró la toalla” y se conformó con su pobreza y con la humillación de su mujer.