Enigmas: Aluxes celosos

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Rollo: Jorge Moreno
Hace unos días vinieron unos turistas de Puebla a conocer el Museo Paranormal y me comentaron que el año pasado igualmente estuvieron en Yucatán, conocieron las ruinas arqueológicas de Uxmal y aseguraron ver un pequeño “duendecito” que por sus características físicas muy probablemente se trate de un alux.

Desde el siglo pasado era común ver a estos duendes del Mayab en estos sitios, de hecho se cuenta que los restauradores foráneos del INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia), cuando venían a los principales sitios arqueológicos de Yucatán para realizar diversos trabajos, desconocían la tradición maya e ignoraban quiénes eran los aluxes, el mal viento, etc., y como éstos son celosos, les hacían “bromas pesadas”.

Y aunque eran acompañados por arqueólogos y trabajadores locales, en ocasiones no querían hacer caso de las sugerencias que les daban para estar protegidos de los espíritus malignos y que no les pasara nada ya que, a pesar del tipo de trabajo que tenían, pensaban que sólo se trataba de supersticiones.

Tal es el caso que nos platicó hace un tiempo un veterano ex trabajador del INAH de nombre Rafael Vélez, quien es de la ciudad de Guadalajara pero que radica en Mérida desde hace más de 20 años: “Me tocó venir en los años 80 y 90 como en cinco ocasiones a Yucatán, tanto a Chichén Itzá como en la ruta Puuc y en no pocas veces nos asustaron los aluxes; al principio no creía en eso, pero tiempo después me di cuenta que todo era real y desde eso les guardo mucho respeto”.

De hecho, de acuerdo con un recorte periodístico de la época, que salió en un diario capitalino de circulación nacional, se mencionó un suceso ocurrido en 1993 en Chichén Itzá:

“Trabajadores que laboran en obras de rescate arqueológico del INAH pidieron permiso a los dioses para proseguir sus labore -pues sentían miedo por los fuertes remolinos en el área- en una ceremonia oficiada por dos sacerdotes mayas en la zona oriente del Estado”, informó uno de los oficiantes, Concepción Noh.

“Los trabajadores sentían miedo, porque en las últimas semanas se habían producido fuertes remolinos, precisamente en esta área sujeta por ahora a trabajos de investigación arqueológica”, según manifestó el sacerdote.

La ceremonia maya, de 10 horas de duración, conocida como “Loj”, tuvo su principal punto en un altar de 2 metros de altura, construido a un costado de Las Mesas, y fue recubierto con hojas de jabín y de otras plantas de la región. Los trabajadores llevaron hasta el altar sus ofrendas, consistentes en grandes panes fabricados a base de maíz, los cuales fueron acompañados de las bebidas balché y sacá, muy utilizadas por esta etnia en sus festividades religiosas. (…)

Poco después, los propios trabajadores recibieron una “limpia” para protegerlos de los “malos vientos” y de la “ira de los dioses que pudieran materializarse en algún tipo de castigo por parte de los aluxes o duendecillos encargados de cuidar las milpas.

También se incluyó en las ceremonias una plegaria maya dirigida a los dioses “Yum Balam” y “Yumtziloob”, la cual fue rezada en los cuatro puntos cardinales, finaliza la nota.

En ediciones anteriores hemos presentado casos similares que le han ocurrido a diversas personas que han venido por cuestiones de trabajo a estos sitios arqueológicos, y no sólo a los turistas, como por ejemplo los conciertos internacionales que se han celebrado en Chichén Itzá.

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