Enigmas: Alma en pena descansó en paz hasta que quitaron botella de su féretro

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Por Jorge Moreno
Hoy hablaremos de un suceso paranormal que se ha vuelto una especie de leyenda por todo el tiempo que ha transcurrido; se trata de un caso que ocurrió en el cementerio del municipio de Tixpéual, y que la gente de otros sitios ya empieza a platicar y hasta poner de
ejemplo de lo que no se debe hacer.

La historia cuenta que en los años 70’s del siglo pasado vivía un “borrachito” de nombre “Juanito” en el pueblo y que era conocido por toda la gente; su historia era triste porque desde adolescente se dedicó a la bebida y, aunque no era mala persona, nunca prosperó ni tuvo un trabajo fijo, de hecho nunca se casó y a sus casi 50 años de edad aún vivía en casa de sus papás.

Tenía trabajos esporádicos, como peón de albañil y también como se diría ahora, de “mil usos”, pero su propio vicio por el alcohol no le permitía ser responsable o ser regular en algún oficio.

Un día sucedió lo que ya muchos pensaban que ocurriría: amaneció muerto por una congestión alcohólica, tenía 48 años de edad pero por su vicio y su mala alimentación parecía de 60; sus progenitores y hermanos lo velaron en su domicilio y después lo enterraron en el cementerio del pueblo.

Poca gente acudió tanto al velorio como al entierro, pues aunque era conocido por mucha gente, casi no tenía amigos, sólo sus esporádicos compañeros de borrachera.

A la semana de su muerte, dos de sus compañeros fueron a verlo a su casa para ir a tomar; ellos obviamente no se enteraron que había fallecido, ya que trabajaban en otro pueblo y sólo los fines de semana llegaban a Tixpéual; su papá y su hermano salieron para darles la triste noticia.

Las apariciones

Sin embargo, uno de ellos casi queda pálido de la impresión, pero no precisamente por la muerte de su amigo, sino porque afirmaba haber visto a Juanito apenas una noche antes, y hasta habían quedado de reunirse al día siguiente en su casa para iniciar la
“tomadera”.

Tanto su papá como su hermano pensaron que se trataba de una broma de mal gusto, porque esa persona aseguraba haberlo visto una noche antes, cuando ya se habían cumplido cuatro días de su muerte, pero no le dieron importancia y todo quedó así.

A las pocas semanas, uno de los tíos de Juanito es el que aseguró haberlo visto a las puertas del cementerio y que lo notó con el rostro triste; tiempo después su propia madre dice que soñó con él y le pidió que, por favor, le quitaran la botella que tenía en su
féretro porque ya no quería seguir tomando.

Ella platicó su sueño con su esposo y sus otros hijos y todos se extrañaron, porque en primer lugar nadie metió una botella a su ataúd; por varios meses continuaron dándose estas manifestaciones paranormales principalmente en el cementerio, en donde personas que lo conocieron y hasta los que no, afirmaban ver la silueta de una persona de gorra roja (siempre usaba una de ese color) dentro del camposanto.

En todo ese tiempo, el sueño de su madre se volvió recurrente y afirmaba que al menos en diez ocasiones al año soñaba lo mismo.

Lo sorprendente vino cinco años después, cuando falleció un tío de Juanito y decidieron enterrarlo en el mismo sitio en donde estaba éste; y como ya habían pasado los tres años reglamentarios para que saquen sus huesos y los pongan en un osario, entonces procedieron a hacer el trámite.

La sorpresa

Ahí estaban dos de los hermanos de Juanito, pero cuando el sepulturero abrió el ataúd para sacar la osamenta, para asombro de ambos, vieron una botella de licor dentro del mismo; se pusieron a averiguar con los que habían acudido al entierro años atrás y pronto la verdad salió a flote.

Resulta que uno de los compañeros de parranda, como “homenaje” a Juanito, metió la botella al ataúd instantes antes de que el sepulturero lo cerrara y lo enterrara, afirma que lo hizo para que su amigo no estuviera sólo en el más allá y su botella de su licor favorito lo acompañara.

Sin embargo, aunque el amigo lo hizo de buena fe, pronto la familia descubrió que ese era el motivo por el cual penaba y estaba triste Juanito y que lo que soñaba su madre era en realidad el pedido de su hijo para que sacaran la botella.

A partir de ese momento, las manifestaciones cesaron y la familia piensa que, aunque tardó casi cinco años, Juanito por fin pudo descansar en paz.

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