Como si fuera ayer: La violencia no se justifica

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Rollo: Celia V. Franco C.

Nunca nada va a justificar el uso de violencia, mucho menos hacia los más indefensos o desprotegidos. El abuso de la fuerza es simplemente un acto de cobardía y no digo que uno nunca vaya a tener un brote de neurosis en un momento difícil, pero hacer de eso una forma para mantener el control sobre alguien resulta simplemente asqueroso.

En varias ocasiones hemos narrado los abusos que viven las niñas y mujeres en Yucatán, ya sean originarias o no, violencia es violencia y nada debería de hacerla tolerable.

También hemos dicho muchas veces que nuestro bello estado ya no es el mismo que hace unos años atrás y ya es hora de que lo asumamos, que reconozcamos que los delitos han aumentado como parte del crecimiento de una entidad que se coloca como una de las más desarrolladas del sureste mexicano.

No podemos combatir lo que no vemos. Ya basta del discurso en el que Yucatán no pasa nada, sí pasa y pasa mucho, eso no tiene nada que ver con que el Gobierno sea malo y mucho menos con que la entidad no sea segura, pues no hay forma en que el Ejecutivo se adelante a las pasiones humanas. Tampoco diré que es normal, pero sí es previsible en una ciudad y un estado al que cada día llegan más personas.

No podemos cerrar los ojos y decir que esto es nuevo, es parte de la cultura. Durante décadas se le ha permitido al hombre ser violento, eso de que las mujeres golpeadas no acusan a su abusador todavía es una realidad en estos tiempos de modernidad y de información inmediata.

Se ha avanzado, también es cierto. Ahora las mujeres conocemos nuestros derechos, sabemos que nadie tiene debe de abusar de nosotras, ni económica, emocional, mucho menos físicamente; pero eso no hace que se haya erradicado la idea de que “es solo un golpe, no pasa nada”.

Tan es así que hace unos días nos enteramos del terrible caso de Andrea, una joven de 20 años que fue brutalmente golpeada por su novio y que gracias a la intervención de sus vecinos que escucharon sus gritos de auxilio y llamaron al 911, ella fue rescatada del interior de la vivienda que compartía con el que creía era el amor de su vida.

No quiero ni puedo hacer de este relato uno sentimental porque en realidad lo que siento es molestia y frustración, no hay manera de culparla a ella, por supuesto que no; sin embargo, se lee en muchos comentarios que ella lo provocó o que ella se lo buscó, pues anteriormente ya la había golpeado y aún así regresó a su lado.

Creo fervientemente que nadie tiene el derecho de opinar sobre la vida de los demás, nunca podremos saber al cien por ciento los motivos que mueven a una persona, menos los de una jovencita cuya vida apenas comienza y que carece de la experiencia para poder reconocer los peligros que se le avecinan.

Por favor, no importa la edad, es muy importante que se detecten las señales a tiempo y que se pida ayuda. Entiendo que en muchas ocasiones creemos que los motivos que se tienen para no denunciar al abusador son muy fuertes y que no se podrá seguir viviendo si esto se afronta. Pero créame, no es así, siempre hay una mano amiga.

Uno de los aciertos del actual alcalde fue nombrar a Fabiola García Magaña como directora del Instituto de la Mujer de Mérida. Una gran profesional y ser humano, y en el Gobierno del Estado María Herrera Páramo será la secretaria de las mujeres, cuando ese organismos sea creado. Las dos han dedicado sus carreras y gran parte de sus vidas a defender a las féminas de los abusos. Seguro que alguna de ellas sabrá actuar de la mejor manera y ayudarla a terminar con ese ciclo.

Es muy importante que entendamos que no es culpa de una mujer el que la golpeen, no lo provoca, ni lo quiere, ni lo busca. La responsabilidad de aquella persona que no tiene el control de sus emociones o, peor aún, que cree que es su derecho hacer lo que quiera por que tiene la idea errónea de que su pareja es de su propiedad.

Como siempre pido: comencemos desde casa; enseñemos equidad de género; a nuestros hijos a ayudar con las tareas del hogar; a tratar a las niñas con respeto y a ellas a no sentirse menos que nadie; a no creer que no pueden lograr sus sueños, pero sobre todo enseñemos a ambos a tratar cómo les gustarían que los traten.

Combatamos la violencia con amor, valores y responsabilidad.

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