Rollo: Celia V. Franco C.
Decir que damos la vida por alguien más resulta muy fácil, lo realmente difícil es hacerlo. En lo personal, creo que a la hora de cumplir tan romántica promesa todos nos echamos para atrás, excepto, claro, que se trate de nuestros hijos, entonces sobra hasta decirlo: por ellos sí somos capaces de todo y sin dudarlo.
Yo tuve la maravillosa de convertirme en madre hace 17 años, la verdad es que no entendía lo que significaba ser mamá, si bien los primeros años son difíciles por la cuestión de adaptarse a un pequeño ser humano para el que eres su mundo entero, dejar a un lado tus necesidades para convertirte en su proveedora, no es fácil; aunque ahora entiendo que lo verdaderamente complicado viene cuando te das cuenta que ya no te necesita.
Entender que dejarlos ir es el acto de amor más puro y sincero que hay, duele y duele mucho. Ya sé que muchos dirán: pero si apenas tiene 17 años, todavía le falta para dejar el nido. La verdad es que ese momento está cada día más cerca, 17 años se fueron en un abrir y cerrar de ojos.
Además, la dinámica cambia pues ya tiene una vida social activa muy diferente a la familiar y hay que dejarlo tener su espacio, que forje sus amistades, que se haga de muchas experiencias mientras la vida todavía le es fácil.
Claro que cuando en lugar de querer una fiesta en casa con sus amigos y familia prefieren salir a cenar con ellos o con la novia o novio, organizan una semana de reuniones con sus diferentes cuates y ahora con eso de las plataformas digitales de transporte ya no necesitan ni siquiera que los lleven. Pues se hace un poco de “yayá” en el corazón pero es normal, eso solo significa que lo hemos hecho bien y que son felices, que son fuertes e independientes. También se vale reconocer nuestros aciertos.
En mi época mis padres decidían cómo celebraríamos mi cumpleaños, por lo general era solo una reunión y la comida que se pudiera hacer, claro, que te gustara, aunque lo que importaba más era que rindiera. Uno tenía que estar en casa antes de la pachanga para ayudar a preparar todo, durante para servir a los invitados y después para limpiar. Si lo vemos bien era más una fiesta para los invitados que para uno.
Sin duda las cosas han cambiado, las costumbres se modifican para crear nuevas pero lo verdaderamente significativo es que lo importante permanezca, que el amor de la familia sea lo principal, el respeto sea promovido y que entendamos que cada quien tiene gustos diferentes.
Al final de cuentas lo que realmente queremos es ser felices y cuando ellos lo son eso es más que suficiente para los padres.
Claro que es difícil verlos crecer pero, ¿qué pasa si dejamos de verlos como dependientes y comenzamos a verlos como nuestros iguales? Evolucionemos con ellos, al final de cuentas de eso se trata: de crecer, de ser mejores y sin duda alguna nuestros hijos sacan lo mejor de cada uno de nosotros.
Ser tu madre es lo más maravilloso del mundo, gracias por darme esa experiencia. Te amo al infinito y más allá.
Posdata: Nunca estaré lista para verte partir pero siempre estaré para impulsarte, apoyarte y levantarte cuando sea necesario. Sé grande, sé feliz.