Como si fuera ayer: tragedia sin permiso

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Rollo: Celia V. Franco C.
Sin duda alguna, la vida es un suspiro y se puede ir en el momento menos esperado y de una forma que jamás pasó por nuestra imaginación, por lo general hasta bromeamos y decimos que ya nos llegará nuestra hora. De alguna manera sabemos desde siempre que algún día dejaremos este mundo.

No es que no disfrutemos la vida, pero los mexicanos tenemos una idiosincrasia que nos hace venerar a la muerte y mientras ésta llega preferimos ver la situación con buen humor, como una amiga que no faltará a la cita prometida.

Sin embargo, hay eventos que nos cimbran en el alma. Cuando se trata de un ser querido es normal que duela y más si quien se adelanta en el tiempo es una persona joven, a la que todavía le falta mucho por vivir; no es que esperemos que nuestros ancianos mueran, pero de alguna forma lo vemos como algo natural.

La muerte siempre nos hace reflexionar. Hace unos días, una parte del techo de un edificio que funcionaba como restaurante en el Puerto de Progreso colapsó y el derrumbe mató a tres personas, entre ellos una inocente niña que no alcanzó a conocer la vida fuera de los amados muros de la familia.

Nunca dio su primer beso, ni tuvo novio, no se maquilló, no tuvo la oportunidad de terminar la primaria, mucho menos de pensar qué carrera quería estudiar, no se peleó con sus padres por la hora de permiso, ni viajó por el mundo… ni siquiera comenzó a soñar.

Junta a ella también falleció la prometida de su papá. Iban juntos a disfrutar de la playa en un día de mucho calor, tal y como lo hacemos miles de yucatecos que tenemos la oportunidad de refrescarnos en la costa.

Su padre ha contado que sólo se atrasó unos segundos pues su otro hijo se le soltó de la mano y se detuvo para explicarle que eso no se hace ya que pone en riesgo su vida. Fue en ese momento cuando su mundo se vino abajo, arrebatándole una gran parte del corazón; lo demás es solo una historia armada entre el dolor y la impotencia.

El tercer fallecido era un señor que salió a buscarse el pan de una forma honrada como vendedor ambulante, él ni siquiera pudo darse cuenta de lo que pasaría. El techo simplemente lo aplastó cortando de tajo su vida.

¿Por qué suceden tragedias de esa magnitud? En lo personal no creo que haya una respuesta ni una razón; sin embargo sí creo que este terrible accidente, en lo particular, se pudo evitar. He ahí lo más trágico de todo.

Si el dueño hubiera realizado los trabajos de ampliación de la forma debida, el viejo edificio tal vez no hubiera cedido; si el inspector encargado de dar el permiso hubiera tomado su trabajo con responsabilidad tal vez las cosas hubieran sido diferentes; si hubiera…

El hubiera no existe. La tragedia nos sorprendió a todos un domingo por la tarde, nadie lo vio venir. Sin duda, el 17 de febrero del 2019 será una fecha que quedará en la memoria de muchos.

Esperemos que este lamentable hecho que les arrebató la vida a tres personas que se sintieron seguras caminando por las calles del principal puerto de Yucatán y que mandó a otras cinco al hospital, despierte a las autoridades y tomen medidas drásticas y serias para evitar más tragedias.

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