Dan cadena perpetua a cinco jóvenes jugadores de rugby por crimen a golpes

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Han transcurrido más de tres años desde el brutal homicidio cometido a golpes contra un joven de 18 años por sus propios compañeros de un club de rugby, caso que ha conmocionado a toda Argentina.

Ahora, cinco implicados, de entre 21 y 23 años, fueron condenados a pena perpetua por el asesinato de Fernando «N», estudiante de derecho.

Fue el 18 de enero de 2020 en Villa Gesell, 370 km al sur de Buenos Aires, donde se registró el asesinato.

La sentencia por homicidio doblemente agravado fue impuesta contra Máximo «N», Ciro «N», Matías «N», Luciano «N» y Enzo «N» en una audiencia televisada desde la sala del tribunal en la ciudad de Dolores.

En la audiencia, estuvieron presentes los padres de la víctima.

Más condenados

Además de la sentencia de cadena perpetua para los cinco jugadores, otros tres jóvenes rugbiers, identificados como Blas, Lucas y Ayrton, fueron sentenciados a 15 años de prisión, al ser considerados cómplices del homicidio.

Al escuchar su sentencia, Máximo, considerado el líder del grupo, se desmayó al conocer el veredicto de perpetuidad, la pena máxima que contempla la legislación argentina.

El asesinato

En enero de 2020, Fernando «N» vacacionaba en una playa de Argentina, al igual que otros jóvenes del club de rugby.

Esa noche fueron expulsados ​​de una discoteca en la cual había comenzado una pelea. En la calle, los rugbiers aislaron a Báez y lo agredieron a puñetazos y patadas, en lo que terminó siendo la golpiza que le causó la muerte por lesiones múltiples.

Durante los alegatos, los imputados, por momentos entre lágrimas, tuvieron expresiones como «pido perdón», «pido disculpas», «no hubo intención de matar», «no hubo un plan (de asesinar)» y «estoy arrepentido».

Los ocho rugbiers, todos de la pequeña localidad de Zárate, cercana a Buenos Aires, detenidos el día del crimen, han estado en prisión preventiva desde 2020.

Corta vida

Báez Sosa era hijo de una cuidadora de ancianos y un albañil, ambos inmigrantes paraguayos. Había iniciado la carrera de abogacía, luego de graduarse en un colegio parroquial católico y realizar obras de caridad.

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