Desde las 5 de la tarde, habitantes de la ciudad de Colima, capital del estado del mismo nombre, dejan de salir a las calles. No sólo eso, sino que los comercios cierran sus puertas desde esa hora y difícilmente se ve a alguien paseando.
Esto, debido a los altos índices de violencia que se viven en el lugar, que ha orillado a la gente a autoimponerse un “toque de queda” para salvaguardar su seguridad.
Al respecto, el secretario general el Ayuntamiento de Colima, Francisco Rodríguez, reconoció que “antes veías más actividad más noche, quizás después de las 10, pero ahora a las 9 de la noche empieza un poco a tranquilizarse la ciudad”.
Fue a finales de enero que la violencia se desató en Colima, y a la fecha se mantiene imparable a pesar de los esfuerzos de las autoridades.
El 25 de enero hubo un motín en el penal estatal que dejó nueve muertos, y presuntamente todo se debió a una riña entre dos grupos rivales dentro del Cártel Jalisco, la cual traspasó los muros de la cárcel y llegó con más fuerza a las calles.
Desde entonces se han registrado múltiples balaceras tanto en la ciudad de Colima como en los municipios Villa de Álvarez y Coquimatlán.
Asimismo, la Universidad de Colima suspendió clases algunos días, pero al reanudarse fueron abandonados los cuerpos de dos personas en las inmediaciones de la Facultad de Medicina, lo que reforzó el temor de estudiantes para asistir a clases.
La gobernadora Indira Vizcaíno anunció el reforzamiento de la seguridad con un total de 600 elementos federales, y en total ya son más de 3 mil 600 agentes de seguridad repartidos en la región los que intentan controlar la violencia, con muy pocos resultados.
A la fecha, 221 personas han sido detenidas y se han asegurado 79 vehículos, 26 mil cartuchos, 293 cargadores y 76 armas de fuego. Sin embargo, la violencia continúa, por lo cual la gente optó por quedarse en casa para evitar ser víctima de ella.
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