Rollo: José Luis Durán King
El 26 de julio de 2009, una de las operadoras del 911 en la ciudad San Antonio (Texas) recibió la llamada desesperada de una mujer que hablaba acerca de la presunta mutilación de un bebé. En el fondo de la grabación se alcanzaba a escuchar la voz de otra mujer, que decía que el diablo la había obligado a hacerlo.
Cuando las autoridades comenzaron a conocer los pormenores del caso, la fiscal del distrito, Susan Reed, señaló: “Este es, probablemente, uno de los casos más horrendos que me ha tocado ver en lo que corresponde a asesinatos de niños”. Por su parte, algunos oficiales de la policía local explicaron que apenas si podían hablar cuando vieron el montoncito de carne en el que quedó convertido el cuerpo del menor.
El día referido, la señora Ottis Sánchez cargaba a su hijo Scott Wesley Buchholtz, de tres semanas y media. Algo ocurrió en la cabeza de la mujer, quien de pronto atacó con un cuchillo a su hijo recién nacido.
Tras asesinar al infante, Sánchez devoró el cerebro y tres de los cuatro deditos gordos del neonato.
Inicialmente, Ottis Sánchez, de 33 años, enfrentó la posibilidad de la pena de muerte y fue hallada competente para enfrentar el juicio; sin embargo, exámenes posteriores determinaron que estaba legalmente insana cuando atacó a su propio hijo. Susan Reed explicó que estaba horrorizada por lo que la señora Sánchez hizo pero que la mujer había buscado ayuda profesional antes de cometer el infanticidio, aunque no recibió el tratamiento que solicitaba.
De hecho, Ottis recibía un tratamiento para su mal mental, pues “escuchaba voces”. Una semana antes del ataque, fue llevada a una habitación de emergencia por la gran cantidad de voces que escuchaba.
Finalmente, Ottis Sánchez fue hallada no culpable por razón de insanidad y permanece en custodia en una institución de salud mental desde 2010.
La señora Ottis Sánchez, quizás de forma involuntaria, pasó a formar parte de un selecto grupo de asesinos que han llegado a la última frontera del acto delictivo: el canibalismo después del asesinato.
Como sucede en la película Masacre en cadena (1974), que narra las andanzas de una familia caníbal, en la República Checa, a mediados de la década de 2000, quedó al descubierto la familia Mauerova, la cual pertenecía a un grupo religioso sádico.
Los Mauerova secuestraron a dos muchachos a quienes amarraron dentro de una jaula. Sin posibilidad de defenderse, los jóvenes sufrieron abuso y tortura, antes de que la familia decidiera desollar y devorar la carne cruda del sujeto más joven.
Fueron ocho meses de pesadilla para el par de muchachos, la cual terminó de casualidad, cuando una familia se mudó a una casa cercana al terreno de los caníbales. Como si se tratara de un partido de futbol, los Mauerova tenían un circuito cerrado y monitores de vigilancia para bebés distribuidos por la casa. Así, ninguno de ellos perdía detalle de las torturas que sufrían los cautivos.
Los nuevos vecinos instalaron un monitor para vigilar la habitación de su bebé, pero al tratar de sintonizar la señal, aparecieron las imágenes de los jóvenes torturados.
La policía rescató a los plagiados y los miembros de la familia Mauerova purgaron entre cinco y 10 años de prisión. Correo: [email protected]; @compalobo