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Enigmas: Hubo una verdadera Rapunzel que sufrió mucho más que la del cuento

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Por Jorge Moreno
Todos sabemos que las versiones de los cuentos de hadas y princesas que conocemos actualmente son versiones sumamente ligeras y azucaradas, narraciones que se mantienen poco apegadas a sus versiones originales.

Versiones aptas para niños, libres de cualquier evento traumático, pero basta con repasar la historia original para darse cuenta de que aquellos retorcidos relatos no son apropiados para mentes cerradas o sensibles, mucho menos para los niños.

Un buen ejemplo de esto es el cuento de “Rapunzel”, una dulce y simpática princesa que es robada cuando era una bebé de los brazos de sus padres por una malvada bruja. El cabello de Rapunzel tiene maravillosos poderes por lo cual nunca es cortado.

La bruja la cría en una torre muy alta, lejos de la civilización y le dice que ella es su madre y que si quiere estar tranquila jamás debe bajar de la torre ni debe confiar en nadie, todo esto bajo un discurso de falso amor y sobreprotección.

Sucede que esta noble versión está basada en el cuento escrito por los hermanos Grimm, autores de otros cuentos y fábulas populares como “La princesa y el sapo” o “Hansel y Gretel”.

Torturada y violada

A principios del siglo XIX la historia de “Rapunzel” era mucho más cruel y oscura; Rapunzel era constantemente torturada y violada en su encierro.

Cuando el príncipe, ayudado de la larga y poderosa cabellera de Rapunzel, está a punto de salvarle, los hermanos de la joven lo atacan, le cortan la lengua y los ojos antes de arrojarlo nuevamente por la torre, todo frente a los ojos de Rapunzel. Al final, una parvada de cuervos devoran los restos del príncipe y Rapunzel es sacrificada por sus hermanos.

Pero, a diferencia de lo que se podría creer (y, afortunadamente) los hermanos Grimm no se basaron en ninguna historia de la vida real para crear este cuento. En realidad, la desdichada joven que vivió una historia similar nació muchos años después de que se publicó este cuento.

Su nombre era Blanche Monnier y recibió un trato sumamente cruel por parte de toda su familia, quien la orilló a vivir en condiciones
inhumanas de encierro por más de 25 años, constantemente sufría abusos emocionales, físicos y sexuales.

Se dice que la joven pertenecía a una buena familia de la élite francesa. Blanche siempre se distinguió por ser muy atractiva, Louise, su madre, la sobreprotegió pues no quería que hubiera hombres rondando cerca de ella, esto provocó que Blanche siguiera soltera y sin pretendientes hasta los 27 años, por lo tanto se le comenzó a considerar como una “quedada”. Hasta que apareció un abogado protestante interesado en ella, pero la madre de la joven no lo consideraba suficiente para su hija. Blanche rogó por la aprobación de su familia, sin embargo esto fue contraproducente, ya que la encerraron como castigo en
una pequeña habitación de la casa durante 25 años.

Para justificar su ausencia, los padres dijeron que la joven se había inscrito en un internado en Inglaterra y después se había mudado a Escocia. Ambas versiones fueron aceptadas con naturalidad y no levantaron ninguna sospecha de la respetada familia.

El triste final

Cuando Blanche estaba por cumplir 52 años su padre murió, ella estaba en una condición de salud tan deteriorada que no podía ni mantenerse de pie, había perdido la cordura y mostraba signos de extrema desnutrición, era alimentada con sobras de comida. Su largo cabello le rebasaba los tobillos.

El secreto de la existencia inhumana de Blanche no era propio únicamente de la familia, ya que había muchas personas que trabajaban en la casa en calidad de sirvientes, quienes se mantuvieron en silencio hasta que el 23 de marzo de 1901, hartos de la crueldad y malos tratos, decidieron mandar una denuncia anónima a la policía.

Cuando tres miembros llegaron a inspeccionar la casa, se sorprendieron al encontrar a Blanche completamente desnuda y desnutrida, viviendo sobre un colchón putrefacto, entre restos de orina, heces y comida en descomposición.

La policía rompió los vidrios de las ventanas tapiadas para ventilar la pestilente habitación y por primera vez en muchos años un poco de luz pudo entrar al lugar. La realidad superó a la ficción.

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