Por Jorge Moreno
Hoy les presentamos un relato que me envió hace un par de días un asiduo lector de esta sección, quien, vía internet, siempre está al tanto de lo que presentamos:
“En mis primeros años de servicio docente, fui asignado a una comunidad muy retirada de la Huasteca Potosina. Para ser exacto eran tres horas de camino entre sierras y veredas, ya que en ese tiempo era imposible entrar en vehículo.
Además de recalcar que no se contaba con el servicio eléctrico ni agua potable como tal”.
Para dar clases puntualmente, tenía que trasladarme desde los domingos en la tarde a la comunidad y al ser muy retirada era normal siempre hacer el trayecto solo.
Al llegar a la tercera parte del camino, donde se divisaban las demás comunidades me dispuse a comer unas «gorditas» que mi madre hizo para mí.
El encuentro con el «perro»
Sin embargo, al empezar a comer veo que del monte sale un perro negro, flaco, pero con unos ojos particulares, como si fueran humanos. No di tanta importancia al hecho y compartí de mi lonche al indefenso animal que se veía estaba muy malpasado.
Terminando, me dispuse a caminar para tratar de llegar antes de anochecer y así poder alcanzar a llegar a una casa donde pagaba para que me dieran la alimentación y agua de pozo.
El perro, muy contento iba a un lado de mí, se atrasaba y adelantaba conforme iba avanzando. A 5 minutos de llegar a la comunidad perdí de vista al perro.
Sin embargo, al llegar a casa, me recibió la madre de familia a la cual le pagaba, me dio de comer. Al preguntarle sobre su esposo, el cual era muy amigo mío, me dijo que tenía muy poco de haber llegado y que él le comentó que se había acompañado conmigo.
Con los pelos de punta
Me causó extrañeza ya que nunca lo vi. Al decir esto, el señor se apareció y empezó a reír macabramente y me dijo: -Profe, ¿ni cuenta se dio que venía con usted verdad? Muchas gracias por las gorditas, en verdad estaban muy sabrosas.
Esta última frase me heló por completo de pies a cabeza y al verlo a los ojos reconocí esa mirada en aquel perro al cual me había estado acompañando. Reí nerviosamente con él y me hice el desentendido del asunto, comí rápidamente y me fui a la casa del maestro.
Nunca más volví a pararme ahí.
“Una persona de la comunidad al saber mi historia me comentó que era muy común encontrarse Nahuales, que no tuviera miedo, siempre y cuando diera de comer. Pero sin duda, ese perro flaco, negro y ojos muy singulares corresponden al físico de ese señor. Y hasta que terminé el ciclo escolar en esa comunidad fue que pude dormir tranquilamente”, finalizó.
Cabe mencionar que la experiencia que vivió esta persona es muy similar a la que publicamos hace unos meses (la titulamos “el niño quemado”), en donde una maestra fue acompañada en un camino rural por un niño que a final de cuentas no pertenecía a este mundo (puedes ver el vídeo en mi canal de YouTube “Jorge Moreno Misterios”.
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